Estaba buscando una faja reductora que compré hace 8 años, por la que pagué una fortuna y que nunca jamás usé. Yo sabía que la tenía. El problema era donde. En esta casa todo lo que no está a simple vista, se esconde en alguna de las cuarenta y tres cajas archivadas en las bauleras de los placares. Obviamente ninguna tiene un miserable cartelito informativo con lo que contiene, así que la única manera de encontrar algo es bajar una por una, sacar todo y seguir con la próxima.
La primera tenía medias panty corridas, guantes sin pares y gorros de lana. En la segunda encontré facturas pagas de Entel del año 1982, camisones de nylon y un set completo de cubeteras con formas de animalitos y flores. Fue en la tercera que descubrí los cuadernos forrados con papel araña, uno celeste y el otro rosado, atados prolijamente con un cordón de zapatillas.
Abrí la tapa y en la primer hoja, decorada con stikers de las Tortugas Ninjas, decía "Gonzalo Melusino, 1° Grado "A". Miré con emoción la hilera de palotes, los cinco renglones de letras "a" manuscritas y minúsculas, los Muy Bien 10 de la señorita Elsa, la suma de manzanitas que daba como resultado 2, la nota de felicitaciones de parte de la maestra por aplicado y atento.
Se me cayó un lagrimón al recordarlo con su guardapolvos blanco yendo al colegio Millán de mi mano, con un pañuelito en un bolsillo, y el muñeco de los Power Ranger (el rojo, que era su preferido) en el otro.
Lo dejé despacito como si fuera de cristal, cuidando que no se arruine, que no se salgan las hojas, cerrándolo bien para que no se pongan amarillas.
Abrí el rosado. En la carátula se podía leer (haciendo uso de la memoria) atrás de varias figuritas de Chiquititas y algunos rayones de lápiz de cera "Julia Melusina, 2° Grado "A".
La siguiente tenía un sol dibujado con lápiz negro y a continuación la palabra "Lunes". Debajo había una hilera chueca de palabras copiadas con el mismo lápiz que a esa altura supongo no tenía punta, porque la mitad de la frase estaba grabada en la hoja. Al final de la página aparecía una notita de la maestra: "La alumna no atendió en clase".
El martes seguía el solcito, había unas sumas y restas simples, dos o tres palabras sueltas y la notita en rojo "La alumna no trajo los elementos indispensables para trabajar en el aula"
El miércoles llovió porque se veía una nube con palitos semejando agua que caía, un dictado y la infaltable información docente: "La alumna molestó en clase, y mañana debe concurrir con sus padres al establecimiento".
El jueves arrancaba con una misiva mía: "Señorita maestra: el padre de la alumna no puede concurrir por motivos laborales y la madre tampoco por estar gravemente enferma. Pero hemos hablado con la escolar sobre su comportamiento y ha prometido no volver a repetirlos".
El viernes nunca sabré que hizo, porque la hoja estaba cruzada totalmente con lapicera roja y en el poco espacio libre que quedaba aparecía la letra de la señorita con la palabra MAL.
Pasé rápidamente las hojas hasta la mitad del cuaderno. Por la fecha estabamos llegando a junio y la relación "educadora-madre de la alumna" ya era una vendetta personal. Debajo de cada nota de ella había una contestación mía. "La alumna en un acto de vandalismo arruinó el guardapolvos de una compañerita pegándole chicles que no está permitido comer en clase", y mi respuesta: "La alumna concurre al establecimiento con los útiles necesarios y exigidos para su aprendizaje, y de ninguna manera lleva chicles ni otro tipo de golosinas. ¿Puede usted demostrar que fue la educando la que realizó el acto que describe?"
Seguí pasando las hojas hasta llegar al final del cuaderno, ya en agosto. Para entonces la maestra se había vuelto agresiva y atacaba con armas viles. "La alumna concurrió a clases con las zapatillas sucias y el pelo desgreñado". (¡Hija de tuna, las zapatillas siempre estaban impecables!).
Diez años después no entiendo porqué guardé ese cuaderno y no el de 1er grado, por ejemplo. Pero puedo hacerme una idea del porqué no conservé los de años siguientes.
Até cuidadosamente el cuadernito celeste, lo guardé en la caja donde estaba y llevé el rosado a la cocina. Prendí el horno y lo metí adentro. No logro explicarme como la educando pasó de grado, pero lo más conveniente es destruir las pruebas que pueden volverse en mi (y su) contra.
Y de ese modo, sin documentos infames que demuestren lo contrario, puedo decir a cualquiera que no nos conozca "En la primaria, mi chiquita era la mejor del grado". Total, a esta altura ¿quién lo va a negar?.
# posteado por Ginger : 6:49 p. m.
haloscan |