Siempre hay alguien que está peor.


diciembre 18, 2007

Entre ustedes y yo, la luna


Ya se los conté el año pasado, pero el público se renueva, como dice la Chiqui, y a los que ya lo saben, se los recuerdo.
Tengo una tradición que comparto con mis amigas desde el día que todas nos fuimos de nuestro pueblo y a medida que sumo gente querida a mi vida, los invito a ser parte de ella.
Debo ser honesta, para mí el significado de las fiestas nunca fue el correcto: no festejo el nacimiento de Jesús, ni el año nuevo como motivo religioso. Es una cita fijada de antemano con mis tíos, mis primos, mis sobrinos. Y más allá de los conflictos, las peleas, el pionono y la ensalada de fruta, las disfruto mucho, aunque al día siguiente deba tomar litros de Hepatalgina por la cantidad de cosas que comí.
Pero ya que, por motivos de distancia, no están todos los que quisiera que estén, los tengo conmigo de la única manera que se me ocurrió, uniéndonos a traves algo que vemos todos, estemos donde estemos: la luna.
Ni siquiera importa la diferencia horaria, yo sabré que Nicté la habrá visto doce horas antes, que con Pal serán cinco, que José Joaquín y Laura la verán dos o tres horas después, pero ese día, justo ese, todos formaremos un lazo que terminará en abrazo, cuando en cada lugar del mundo en el que se encuentren den las doce de la noche.
Mi propuesta es simple y a voluntad, mientras levantan la copa para brindar, alcen sus ojos y miren la luna y sabrán que en otra parte del mundo alguien que los aprecia pensó en ustedes mirando lo mismo. Y pidan. Pidan porque se cumple. Pidan que sigamos compartiendo, acá o en otro lugar, una red de amigos tan linda como la que tenemos.
Felices fiestas y hasta el año que viene.
Ginger.


diciembre 15, 2007

Viernes 13 y cuidado con Jason que te mata de risa

Mientras Duda me llamaba por teléfono para que escuche en vivo el concierto de Serrat-Sabina, yo perdía mi tiempo mirando televisión. No es que toda la televisión implique necesariamente perder el tiempo, sólo cuando a una se le ocurre ver "Viernes Trece - 7 - La nueva sangre".
O sea, uno descubre lo fácil que es hacerse millonario en Estados Unidos. O lo tarados que son los norteamericanos, y peor, lo contagioso que es.
Veamos, no existe película de terror moderna que se precie de tal, sin adolescentes libertinos y malvados (que por otra parte, merecen morir), una cabaña en el bosque, tormenta eléctrica y por supuesto un chiflado maltratado en su infancia que toma revancha y mata a cuanto ser vivo se le cruce, cortándolos en pedazos.
Solo con esto, podríamos elaborar el primer postulado: los padres de esos adolescentes no tienen la menor idea donde se encuentran y mucho menos les interesa.
Sigamos.
Están la chica y el muchacho que sobrevivirán porque son buenos. No hay otra explicación. Sufrirán el desprecio de los otros (mientras Jason no los ajusticie), no se drogarán ni tendrán sexo. Es decir, les toca la peor parte.
Después tenemos al asesino, que es muy malo, pero en el fondo no tiene la culpa. Si al pobre lo ahogaron de chiquito, lo torturaron y encima nadie lo quería porque era feo, ¿qué otra le queda más que salir por ahí cargando un cuchillo, una desmontadora, una sierra eléctrica, otro cuchillo, un hacha y hasta una corneta de cotillón?. Ah, porque a cada uno lo suyo, no es cuestión tampoco de usar el mismo arma homicida con todos. Dónde los tiene guardados es un misterio que quedará a la imaginación popular. En la misma escena degolla a una señorita con un facón, se da vuelta y desmenuza a un muchachito con una podadora. Ambos jovenes mantenían relaciones sexuales ¡con los pantalones puestos!.
No nos olvidemos de la tormenta. Rayos y relámpagos resuenan por todos lados, pero mientras por la ventana norte de la cabaña diluvia, por la puerta abierta que da al Este se pueden ver las estrellas y la luna. ¡Es la magia del cine!
Los que tratan de huir, corren cual maratonistas griegos de un Jason que tiene las piernas entablilladas y aún así varios kilómetros después él los atrapa. No sería raro que hubiese encontrado el secreto de la desmaterialización porque otra explicación no hay, pero ya estaríamos mezclando Viernes 13 con Viaje a Las Estrellas.
La protagonista femenina en este caso tiene poderes. Mueve los objetos con su mente, cualidad oportuna para su salvación. A esta altura tenemos Viernes 13, Viaje a las Estrellas y Carrie.
El problema es que el asesino también viene siendo inmortal. Ella lo electrocuta, lo llena de clavos de acero de 28 pulgadas, lo ahorca, le tira un techo encima, le vacía el cargador de una pistola, lo incendia y aún así, él sigue por la vida como si nada. Aquí es donde incorporamos a Highlander.
Pero logra un cometido que faltó en las seis películas anteriores: a Jason se le cae la máscara (bueno, se le rompe con tamaña cantidad de ataques sufridos) y queda al descubierto una cara mezcla entre el monstruo de Alien y Diego Capusotto, que es lo único que da miedo en todo el film. Sin embargo, ella no se asusta cuando la ve, pero sí grita cuando él se agacha a buscar el hacha que se le cayó varias escenas atrás, y después de resucitar unas ocho veces.
Uno sabe que la película está por terminar porque a las 12 de la noche está anunciada otra, pero no hay imaginación humana que pueda ser capaz de determinar como concluye semejante porquería. Si todas las formas posibles de darle muerte no funcionaron, ¿qué hacemos con el pobre Jason?. Ahhh, pero Hollywood siempre dará algo más. El malvado persigue a la parejita buena que en lugar de subirse a un auto y partir, prefiere correr por un muelle de madera del que no podrá escapar. Aquí la lógica indicaría que deben morir, pero no. Aparece un personaje desconocido que surge del agua, agarra a Jason por el cuello y se lo lleva con él a las profundidades. Y ahí la chica se desmaya de la emoción. Fin y Dios nos libre.

Me dormí con la sensación que soy pobre porque quiero. ¡Si para hacer una película como esta, hasta a mí se me ocurren cosas peores!



diciembre 11, 2007

Más que amiga, enemiga

Creo que en algún momento me exilio en un lugar donde nadie me conozca. Aunque con esto de tener tantos amigos por el mundo gracias a Internet, sólo me quedará algún pueblo perdido de Nepal.
No hay manera de alejar los papelones de mi vida. Los tengo incorporados como a los dientes, con la diferencia que a estos los puedo cambiar por dentadura postiza, mientras que a los otros no hay médico, dentista ni veterinario que los pueda erradicar.
Desde hace más de un mes esperaba con alegría que llegue el día para encontrarme con los Farfos. Tanto tiempo conociéndonos sin conocernos, tanta ilusión de vernos las caras.
Ellos llegaron felices, contentos, simpáticos... y acompañados. Tuvieron que traer justo a un sueco y a su hija para que conozcan a sus amigos. Y entre los amigos ¡estaba yo!.
La hija del señor sueco es una muchachita de 22 años muy amable, que vive en Londres y habla sueco (por supuesto), inglés, francés e italiano. El señor sueco habla sólo sueco e ingles. Y me lo sentaron al lado. Pobre hombre.
En caso de no exiliarme debería coserme la boca. Si todavía no hablo correctamente el castellano, ¿a quién se le ocurre que voy a hablar inglés?. Bueno, sólo a mí.
Juro que mi intención fue ser gentil, nada más y de la bocota que tengo salió un "Do you like Buenos Aires?", uniquísima frase que pude aprender en mi vida. La única respuesta que hubiese comprendido era un yes o un no. Pero el señor sueco supuso que yo manejaba la lengua sajona y la conversación se desarrolló de la siguiente manera:

Señor: If, I like much. I am very happy to come, but a bit tired, because we come yesterday.*
*Si, me gusta mucho. Estoy muy feliz de venir, pero un poco cansado, porque llegamos ayer.

Ginger: ¡Mi no entiende!

Señor: And we want to cross Argentina, go to several provinces*
*Y queremos recorrer Argentina, iremos a varias provincias

Ginger: nou, nou!

Señor: Do not you advise us to visit the provinces of your country?*
* No nos aconsejas visitar las provincias de tu país?

Ginger: Ahhh, los conocí whit Internet. Good people, los Farfos.

Señor: Your cannot you speak English, truth??
*Vos no sabes hablar ingles, verdad?

Ginger. Nou, mi no ser de Buenos Aires, yo nací to Santa Fe.

Algo andaba mal en nuestra charla, porque detrás del señor, a esta altura Peter, estaban El Tipo y Goddessa llorando de risa, y Farfo enfrente mío, con la mandíbula en el piso tratando de pensar rápidamente como justificarse ante su amigo por las "amistades" que le presentaba.

Aún así, Peter quería seguir conversando, pero mi cuota de políglota estaba cubierta por el día, así que lo dejé sentado hablando solo, con la excusa de: "sorry, acabo de acordarme que dejé la milk en el fire" y me lancé sobre Cristina Daae que estaba en la otra punta y no entendía mi urgencia por hablar sobre el discurso de Scioli en la asunción a la gobernación, pero al menos ella entiende castellano.

A este paso, en breve me quedo sin amigos.

diciembre 06, 2007

Tres es multitud

Yo sabía que eran raros. Me dí cuenta una vez que mi hijo y mi sobrino no dejaban de mirar por la ventana de la cocina y sólo decían algo así como: uhhh, nuuuuu, jaaaaa. Algo pasaba, pues lo único que pueden ver desde ahí es el edificio de enfrente. Rectifico: las ventanas de los departamentos del edificio de enfrente. En línea recta, la pareja que habita tiene un televisor de 400 pulgadas (bueno, siempre fuí un poco exagerada), ubicado estratégicamente frente a mi casa. Y en ese momento, miraban una película porno. Me quedé con ellos hasta que a los chicos les dio vergüenza mi presencia y se fueron. Me ví obligada a correr las cortinas y seguir en lo mío.

El calor de estos últimos días está convirtiendo a los edificios en una especie de campamento donde la privacidad dejó de existir. Todos abrimos las ventanas de par en par para que corra un poco de viento, sobre todo de noche. A las dos de la mañana fui hasta la cocina a buscar un vaso con agua y escuché los gritos. No prendí la luz para no delatarme: si me veían cerrarían todo y me quedaría sin saber lo que pasaba. La imágen era clara, aunque para no perder detalle me puse los anteojos estratégicamente guardados en la heladera. Ella estaba totalmente desnuda, parada al costado de la cama. Él totalmente vestido. Ella gritaba: "¡No podés desconfiar de mí!". Él le respondía algo, pero no alcanzaba a escuchar qué. Ella seguía gritando: "¡Siempre fuiste el hombre de mi vida!". Ahora él golpeaba su cabeza contra la pared. Fue entonces cuando una tercera figura apareció en escena. Se levantó de la cama como un recién nacido: sin un miserable taparrabos que lo cubra. Ahora el otro apoyaba los dichos de la dama: "¡No podés desconfiar de ella!". A esta altura, yo me había incrustado los anteojos en las córneas para no perder detalle. El cornudo seguía golpeando su cabeza, ella lloraba y el tercero se ponía los pantalones. Ella había cambiado la estrategia, ahora culpaba al cornudo por volver temprano. El tercero decía: "¡viejo, así es la vida!". Por un momento, el engañado desapareció. No podía ver adonde fue, pero me imaginaba que, en un ataque de dignidad, había abandonado la casa. ¡Error!. Volvió a los pocos minutos y agarró del cuello al tercero. Cayeron al piso (supongo) mientras ella se tapaba los ojos.

Ya sé que lo correcto hubiese sido llamar a la policía, a la ambulancia, a los bomberos o a la guardia civil canadiense, pero lo siento, nunca antes había estado tan cerca de ver un crimen pasional y no iba a perderme la oportunidad ahora por un simple deber cívico.

Lo que seguía era inentendible: corrían, caían, gritaban, tiraban cosas por la ventana (entre ellas, un hermoso cubrecamas). Lamentablemente nunca falta un aguafiestas con conciencia moral y diez minutos después entraron el portero, dos uniformados y todos los vecinos del piso. Se llevaron a los tres a la comisaría del barrio y ya no volvieron.

Desde entonces y por las dudas, cierro todas las ventanas aunque nos cocinemos. Puse cortinas gruesas y obligo a todos a hablar en susurros. ¡Vaya a saber si no hay algún noctámbulo espiando!

diciembre 02, 2007

Tango que me hiciste mal

Yo insisto que la culpa es de mi prima, aunque los demás se sonrían cuando lo cuento. Es cierto que yo la seguí. Es cierto que además arrastré a Gingero. Es cierto que quería hacerlo desde hace años, pero si a Goddessa no se le hubiese ocurrido, yo jamás habría hecho tan terribles papelones tratando de aprender a bailar tango.

Todo empezó el día que ella me contó que encontró un lugar bárbaro, con buenos profesores y gente divertida. Sábados de 8 a 9 y media de la noche, y después tenés tiempo para salir si querés, me dijo. Y yo caí.

Confieso que me costó convencer a mi marido para que nos acompañe. ¡Vos estás loca!, gritaba, ¡antes muerto que ridículo!. Como siempre, tomé al pie de la letra sus palabras y dos segundos antes de clavarle el cuchillo en la yugular, aceptó.

Que somos dos troncos tratando de aprender, no es necesario que lo aclare. Decidimos comprarnos, yo zapatos de acero por los pisotones, y él tobilleras metálicas por mis patadas.

Pero la idea de esta historia es contarles sobre mis "compañeros" de clase.
Por un lado tenemos a los extranjeros. Son aquellos que pretenden bailar como Copes en una clase. Están de paso por Buenos Aires y no se pueden volver a su país sin "probar". Hace dos sábados fue una pareja de japoneses que bailaban lambada. Ellos creían que el tango era así.
También tuvimos franceses, italianos, suecos, norteamericanos, etc, que ponían voluntad, y nada más que eso. Estos son los preferidos de mi marido, porque cuando les toca bailar con las señoras, no se nota su ineptitud: ambos son un desastre. Él vuelve feliz, y ellas lastimadas.

Después tenemos a los concurrentes asiduos. Los podemos catalogar en:
El mexicano enamorado: está muerto de amor con mi prima y la persigue por toda la pista. Es feo como un dolor de panza, pero muy simpático. Bailar baila mal, pero a los efectos de la conquista no importa mucho. Si fuese de Acapulco o de Cancún, yo insistiría para que ella aceptara sus requerimientos, pero es de DF (lo sé porque me tocó como compañero y le pregunté hasta el número de documento), y allí hay mucho smog.
El arregla licuadoras miratetas: Mide 1,50 mts., es más patadura que Gingero y se cree Baryshnikov. Este señor anda desesperado por conseguir admiradoras, sólo que de conquista no sabe mucho: clava la mirada en la delantera de las señoras (excepto las muy mayores, porque en ese caso debería mirar para abajo) y en lugar de posar su mano sobre la cintura, te la mete en el culo. Para parecer más alto usa un jopo al mejor estilo Duhalde y te cuenta la historia de su vida, que nadie escucha, por supuesto.
El ayudante del profesor: un señor mayor, canoso y de anteojos. Baila bien (claro, que hace 20 años que lo practica) y tiene cero didáctica. Cuando nos toca la lotería de tenerlo como compañero, todas temblamos. Nos reta, nos critica y nos desalienta. Este último sábado me pisó un pie ¡y me acusó a mí por su error!.
Los jovenes insoportables: hay un grupo de chicos de la edad de mi hijo a los que se les ocurrió hacer regresión y aprender tango. Los desgraciaditos tienen habilidad y a una la hacen sentir vieja y decrépita. Te miran con lástima y te dicen: no se preocupe, señora, ya le va a salir. ¡Pero porqué no se van al Creamfield, mocosos irrespetuosos!.
Los que ni si ni no: esos son los alumnos manzanita. Hacen exactamente lo que les dice el profesor, no te hablan, no te miran, y cuando termina el tema, huyen despavoridos. Una se queda pensando si le falló el desodorante, el horócopo o qué.
Los peores que yo: Esos no hay.

Un capítulo aparte merecerían las damas: mi prima y yo somos las más jovenes, así que imaginen el resto. Por alguna razón que desconozco, todas quieren bailar con Gingero, y todas irremediablemente terminan en terapia intensiva.

Aprender, no voy a aprender nunca. Pero lo que me divierto intentándolo no tiene precio. Al final, la publicidad de Mastercard tenía razón.


*El señor es mi marido. La señorita... no me quiero enterar.