Siempre hay alguien que está peor.


septiembre 30, 2007

Artritis y roncanrol

Cuando yo era chica bailaba danzas españolas. Una vez por año se hacía un festival donde mostrábamos lo aprendido en ese ciclo y mi mamá y mi papá iban a verme. Ese fue todo mi paso por los escenarios.
Hoy, los pibes están más desinhibidos, y la diferencia generacional entre padres e hijos es mucho menor. La mayoría de los adolescentes tienen alguna inclinación musical y arman su propia banda entre pares. Los integrantes cambian seguido, así como los nombres rebuscados que se ponen.
A mi hijo, su primer guitarra eléctrica se la regalamos cuando cumplió 15 años. Era usada y de marca desconocida, pero él estaba fascinado. Después ahorró y compró otra, junto con un amplificador mejor, una pedalera y un afinador. Se pagó algunas clases de música, aunque sus conocimientos son más de autodidacta. Una vez tuvo la intención de pedirme consejos musicales (a mí, que soy sorda para la música) y quise enseñarle lo único que me acordaba de mis épocas juveniles: la Vidalita punteada y las notas de "Las Margaritas". Obviamente, sin la menor diplomacia, me sacó la guitarra de las manos y se fue ofendido. Él pretendía que yo supiera algo de Pink Floyd, o de los Stone como mínimo.
Con el tiempo armó varias bandas con sus amigos. Así pasó Necis, Mazorca, otras que ya ni recuerdo el nombre, hasta que llegamos a Valkirys, la de ahora.
Los sábados de 6 a 8 de la noche se juntan en un estudio de Belgrano a "ensayar", porque todos los padres decidimos correrlos de nuestras casas. En general nos preguntábamos cual era la razón de tanto ensayo, hasta que consiguieron tocar en algunos festivales de bandas que organizan los colegios. El primero (y gracias a la rectora que además de ser profesora de música, tiene especial aprecio por mi chico ya que dio su tesis para recibirse con "Historia del Jazz y del Blues" y aprobó con sobresaliente) fue en su escuela secundaria. Más tarde engancharon algunos pubs con dueños muy comerciantes que los dejan tocar a cambio de la venta de entradas, y por último llegaron al Museo Sívori* en la tarde de ayer.
Como decía anteriormente, estos chicos modernos son totalmente desinhibidos. Ellos insisten en llevar a todos sus amigos, pero también a sus hermanos, padres, tíos, primos, abuelos, etc. Quieren que los escuchemos, aplaudamos y pidamos bises. Ah, y encima que seamos sus "plomos"*.
Una ya está mayor para estas cosas, pero tratándose de los hijos cualquier esfuerzo es válido. No se trata sólo de ir, también hay que producirse. Una debe parecer moderna y saberse al menos dos nombres de los temas de Megadeth, de Korn, o al menos de Molotov (estos son los únicos que me gustan). También tiene que vestirse acorde a la ocasión: jeans gastados, remera con inscripciones preferentemente en inglés y zapatillas All Star . Al pogo no me le animo, lo más probable es que quede fracturada.
La cosa es que tocaban cuatro bandas, en tres de ellas había un Melusino. En Valkirys mi hijo y mi sobrino Pablo, en Sugerencias Hipnóticas mi sobrino Nicolás, y en Lumos, otra vez Pablo que es bajista, así que entre padres y hermanos de todos la cantidad de público era considerable.
Todo fue muy entretenido y los chicos bajaron contentos con su presentación. Felicitamos a los músicos y a la nochecita emprendimos el regreso a casa. Eso sí, ¡qué cansador es hacerme la joven!



*El Museo Sívori se encuentra en los bosques de Palermo, frente al Rosedal
*Plomo es el que carga los equipos de música

septiembre 26, 2007

Socorro, sálvenme de mis tías.

Mi abuelo llegó de Rusia con una mano atrás y un título de ingeniero en la otra. Fue gracias a ese diploma que terminó en mi pueblo, construyendo la usina eléctrica. Ahí conoció a mi abuela que era hija de una familia "acomodada". Parece que ni bien se vieron, se enamoraron. Los padres de mi abuela se opusieron terminantemente a esta relación y la mandaron pupila a un colegio religioso en Rosario. Mi abuelo fue a buscarla y se escaparon juntos. Terminaron casados y tuvieron 9 hijos. Como todos los amores pasionales, los desencuentros suelen ser del mismo tenor. Un día mi abuela se cansó de las locuras del ruso y se divorció. Hace 70 años, cuando separarse era impensado. Pero nadie iba a decirle a mi abuela lo que debía hacer. Ella se quedó con los hijos y mi abuelo con la herencia de su mujer. Mi abuela también era una persona práctica: mandó a los mayores a vivir con su madre en un palacete de Federico Lacroze y se quedó con los cuatro menores en el pueblo.
Resistió varios años de puro cabeza dura, hasta que dijo basta y ella también partió para Buenos Aires con todos... menos mi papá. Porque mi padre heredó lo terco de su madre, y a los 16 años dijo que no pensaba mudarse. No importó las lágrimas que derramaron la madre y los hermanos. Él se quedó.
Aún con tantas divisiones familiares, los hermanos siempre fueron muy unidos. Yo me críe sin tíos ni primos, porque todos estaban aquí. Pero tenía algunas ventajas que aproveché muy bien: era la menor de la generación y la única a la que veían poco, por lo tanto mis tíos y primos me llenaban de regalos y atenciones.
Con el paso del tiempo murió mi abuela, y le siguieron los hijos mayores. Quedaron los cuatro que habían compartido infancia: mi padre y mis tres tías menores. Mi padre sigue en Ceres y a pesar de mis esfuerzos por traerlo, continúa con la misma decisión de los 16: no se irá del pueblo. Mis tías tuvieron una vida relativamente agradable, viven sin mayores preocupaciones económicas y disfrutan de la vida. A los setenta y pico que tienen las tres, están llenas de energía. Tanta energía que me agotan. Ellas mismas se agotan entre sí. Así como parecen trillizas siamesas por temporadas, por otras se pelean como criaturas. No necesitan muchos motivos, estas situaciones son aleatorias: basta con un día de mal humor de alguna para que dejen de hablarse. Y alcanza con que otra no recuerde que están enojadas para que vuelvan a pegotearse.
Cada vez que mi primo llama por teléfono después de las 10 de la noche, sé de antemano que hay algún lío en puerta. Por supuesto, ya estoy acostumbrada, pero algunas veces me olvido y voy a visitarlas en período de conflicto. En compensación, salgo con dolor de cabeza de escuchar la lista de reproches que se hacen entre sí, reproches que quedarán en el olvido cuando vuelvan a amigarse, cosa que puede suceder en cualquier momento.
Hoy almorcé con una (la menor), porque el lunes parte para Europa con la otra (la segunda) a visitar a mi primo (hijo de la tercera) que vive en Bilbao. Este debe ser el viaje número 6 ó 7 que hacen juntas y todos, absolutamente todos terminaron igual: se pelean en Paris, o en Atenas, o en Madrid y vuelven si dirigirse la palabra. Con la diplomacia que me caracteriza, el día que me contaron sobre este proyecto de viaje (que iban a hacer primero en agosto, después en septiembre y ahora afortunadamente ya tienen pasaje para octubre, porque no terminaban de ponerse de acuerdo), les dije: "¿Y si mejor va una primero y la otra después?". Quedaron pasmadas preguntándose porqué habría de sugerirles semejante cosa.
Si tuviera que definirlas, diría que son sumamente generosas, amables y educadas, pero terriblemente hinchapelotas.
Son mis tías y las quiero. Sólo una cosa me preocupa: ¡¡que por mis venas circula ese gen!!

septiembre 24, 2007

Asadete MO-NU-MEN-TAL

Llegó la primavera. Y las florcitas, los bichitos de luz y los mosquitos. Ah, y el asado, por supuesto.
Y bueno, nosotros lo comimos. Que se joroben los que no vinieron.
¿Ustedes querían fotos?. Aquí las tienen. Sufran.



By pass

Sì. Ya sè que estàn todos esperando las fotos del asadete de ayer.
Alguien me lechuceò, porque:
a) A la mañana (cuando pensaba subirlas) me llenaron de laburo impostergable.
b) A la tarde (cuando otra vez pensaba subirlas) se me cortò Internet (gracias Fibertel)
c) Ahora no puedo porque la conexiòn anda para el tujes y se cuelga cada vez que intento poner una miserable fotito.
Por lo tanto, a riesgo de ser insultada, tendràn que esperar hasta mañana (y encima, hasta mañana a la tarde).
Aviso que el culpable de esto fue Rabino, que se enojò porque no lo incluìmos en la lista (sì, nos olvidamos del Rabi)

septiembre 18, 2007

Y fuimos felices y comimos perdices

Como ya les comenté una vez, mi momento de máxima reflexión sobre la vida es cuando pelo papas. Me convierto en una suerte de Julián Marías del subdesarrollo y elaboro teorías trascendentes. Empieza en el mismo momento que trato de encontrar el pelapapas dentro del cajón de los cubiertos, tarea que me lleva unos diez minutos.
En este caso, el punto de inicio fue una observación de mi hija cuando estabamos desayunando: "mis amigas tienen dos casas, la del padre y la de la madre. Ustedes son los únicos aburridos que siguen viviendo juntos".
La respuesta lógica hubiese sido algo así: "querida, deberías sentirte orgullosa que tus padres lleven 21 años de casado y aún sobrevivan, metafórica y literalmente hablando". Sin embargo fuí un poco más allá e hice un repaso de tanto tiempo compartido con la misma persona.
No me separé cuando, poco menos de un mes de casados, descubrí que la madre lo había educado muy bien. Exageradamente bien. Llegaba a nuestra casita pulcra y recién estrenada y antes de darme un beso como saludo acomodaba los sillones y las cortinas, enderezaba las toallas en el baño y ordenaba la heladera. Por esa época yo pensaba que era mejor un marido prolijo que el que tira la ropa por todos los rincones.
Tampoco me separé cuando descubrí que roncaba. Desde el principio fue un ronquido tipo gruñido de león que se fue incrementando con el tiempo hasta pasar a todos los leones juntos de Africa. Los primeros meses me dedicaba a darlo vuelta suavemente para que no se despierte y por mi parte seguir usando las orejas sin audífonos. Pero trato tan considerado me duró poco y ahora no entiende de dónde le salen los moretones en las piernas, los brazos y la cara cada vez que se despierta. El próximo paso es ahogarlo con la almohada.
Seguí en mi hogar las veces que él se enfermó. "Enfermar" es un término un poco exagerado. En 21 años se pescó algún que otro resfrío, pero el tipo "somatiza". Se imagina que la hora de su muerte está cerca y se instala en la cama a dar órdenes. Ah, sí, porque moribundo y todo, no deja de mandar a los habitantes de este humilde techo. "Gordaaaaa" grita, y una deja la plancha sobre la ropa, la comida que se quema, y sale corriendo a ver que necesita. "Pasame el control remoto que no me puedo mover" dice el caradura, que no es capaz de estirar la mano quince centímetros para agarrarlo. El primer día es medianamente soportable. Al segundo una le sugiere llamar al médico o pedirle que se muera de una vez por todas. "No. Al médico no" te dice. "te dan remedios que enmascaran la verdadera enfermedad. Es peligroso no saber lo que uno tiene. Prefiero sufrir". Y por supuesto, la verdadera sufriente soy yo.
No hice la valija y salí dando un portazo cada vez que pasan fútbol por la tele. O rugby. O tenis. O basquet. O cualquier deporte. Porque para los varones no existe nada más importante que sentarse a ver como varios tipos corren enloquecidos por una pelota. Y conviene que el resto de la familia mantenga un silencio absoluto, a ver si el pobre no escucha cuando el relator dice: "toca la pelota Piringüito y se la pasa a Tolongüito. ¡Qué buena jugada!".
Me quedé aún cuando babea por una ninfa de culo parado y tetas apuntando al cielo, aunque yo esté a cinco centímetros suyo. Y cuando reclamo un poco de respeto me contesta: "¿Y qué querés? ¿qué me ampute los ojos?". No corazón, no te los amputes vos. Para eso estoy yo.
No lo denuncié por abuso doméstico, cada vez que se rompió un caño y fuí yo la que se tiró al piso, lo soldó, lo emparchó, mientras él miraba. (pero esto me pasa por autosuficiente).
En fin. Podría seguir preguntándome porqué hace 21 años que estoy casada con este hombre. Pero cuando pienso todo lo que hemos pasado juntos (2 hijos, 11 mudanzas, 2 desempleos, 7 funerales, 15 vacaciones, 28.760 tubos de dentífrico, 6 tarjetas de crédito, un cólico renal, una catarata de parientes y varios placares. Yo le planché unas 6.754 camisas y le lavé unos 8.200 calzoncillos. Él me hizo unas 3.150 comidas entre almuerzos y cenas y me trajo unos 241 ramos de flores), la única respuesta que se me ocurre para el planteo de mi hija, es la siguiente:
"Tus amigas tendrán dos casas, pero vos tenés algo mejor: UNA FAMILIA."


septiembre 15, 2007

Una que sepamos todos

Ah sí. Me agarró el viejazo.
Hace 24 años usaba enteritos de jeans, zapatillas Topper celeste y escuchaba esta música.


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El sexto tema se lo dedico a Pal.
Feliz fin de semana.

Listo Anaik. Ya tienen para armar un cd.

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septiembre 12, 2007

Tute Cabrero

Este blog está inscripto como "ocio y entretenimiento" en blogger, y esa es la idea. Desde que lo abrí, fueron muy pocas las veces que escribí algo en lo que no apelara al humor (o al menos lo intentara) aunque me refiriera a situaciones no tan divertidas.
Sin embargo, también me sirve para hacer catarsis sobre cosas que me indignan y me someten a sentimientos de impotencia. Esta que voy a contarles es una.
Antes de comenzar, quiero avisarles que quedan eximidos de leer o comentar si no les interesa.

Como ustedes saben, hace varios años que trabajo en temas dedicados a la construcción. Trato diariamente con todo lo que está relacionado a Obras Públicas, es decir, con el estado.
Las funciones son variadas, pero en general todo empieza cuando hay un llamado a licitación.
La cosa es así:
Hay una necesidad (construcción de ruta, escuela, hospital).
Un proyecto (se estudia lo que debe construirse)
Un préstamo para realizarlo (que lo adjudica el Banco Mundial para el desarrollo)
Un llamado a licitación
Una empresa constructora que la gana y lleva adelante el trabajo.
Los pasos son estos sin excepción. Antes de poner un pliego a la venta, está el dinero para la obra depositado en el Banco Central de la República Argentina, destinado exclusiva y obligatoriamente para tal efecto (Art. 7 de la Ley de Obras Públicas 13064).
Pareciera simple y sencillo.

En el mes de junio, representé a la empresa para la que trabajo, en la apertura de sobres para la construcción de un acceso a una ciudad de la provincia del Chaco. Nuestra oferta fue la mejor y obtuvimos el primer lugar entre las demás. El paso siguiente era el estudio de la carpeta (se constata que figure todo lo solicitado en el pliego, que lleva un tiempo porque para que se den una idea, pesa cerca de 8 kilos), una vez completado este paso se realiza la pre-adjudicación, es decir, se envían telegramas al resto de las empresas concursantes informando que se está por otorgar la obra a quien ganó. Esto es porque existe un plazo de 10 días para impugnar la decisión, aunque en la práctica no se hace, dado que es necesario depositar una suma importante (el 1,5% del presupuesto oficial) y si se rechaza la impugnación, este dinero se pierde.
En esta parte estabamos (en el estudio de la carpeta) cuando las cosas empezaron a complicarse de manera rara. Muy rara. Primero pidieron que modificáramos unos mapas, después unos formularios, después el aval bancario, después...
Y así pasaban los días. Por supuesto, cumplimentábamos cada pedido que significaban importantes erogaciones, pero tratándose de Vialidad Nacional, casi era un clásico.
Hace tres semanas empezó a preocuparme la demora. No había manera de destrabar el nudo que nos habían creado (quienes me tengan en el talk, habrán visto mi pedido desesperado para que prendan velas). El 30 de agosto presenté la última constancia: una garantía bancaria adicional (que jamás se solicita) y me fuí tranquila porque "supuestamente" estaba todo resuelto.
El 7 de septiembre, mientras viajabamos a Cariló, recibí la llamada fatídica. De UCOPROLI (Unidad coordinadora de proyectos licitatorios) me informaban que por decisión de la Secretaría de Obras Públicas, la licitación quedaba SUSPENDIDA. Afortunadamente me llamaron cuando iba y no cuando volvía, porque el gasto del spa hubiese sido en vano, tal la chinche y la contractura que me pesqué.
El lunes llamé a Vialidad pidiendo explicaciones. Por toda respuesta, me recitaron la ley 13064: "el estado puede unilateralmente suspender por tiempo determinado o indeterminado, anular o rescindir cualquier proyecto que no tenga adjudicación definitiva, sin necesidad de justificación".
A ver: esto no es la primera vez que ocurre, de hecho nos ha pasado dos veces anteriores, pero siempre, por una cuestión de ética, se envía un memorandum con las razones de la suspensión. En todos los casos, la explicación es absurda y la realidad es que el dinero destinado a la obra (obras, porque suelen ser varias) se destina a fines políticos. Uno lo sabe pero no lo puede demostrar. Aún así, al poco tiempo, se levanta la suspensión y la obra se inicia. Acá debí conformarme con el aviso telefónico dado por una secretaria de cuarto nivel.
Yo pasé por tres gobiernos en este trabajo (cuatro si contamos a Duhalde). Durante la presidencia de Menes, era impresionante la cantidad de obras públicas que se ejecutaban. Cobrarlas era otro tema, pero el problema mayor estaba en la desorganización administrativa. Hubo veces que me pagaron seis certificados juntos, por una suma superior al millón de dólares (no se desmayen, me entregaban un cheque que endosaba y depositaba inmediatamente en una cuenta que por supuesto, no era mía y a esa altura servía para cubrir los gastos ). Con De la Rúa, se paró absolutamente todo. Las pocas obras en ejecución que quedaban se cobraron a los premios, y una vez terminadas no hubo otras para comenzar. Con este nuevo gobierno, aumentó la construcción en forma considerable, de pequeñas obras. Muchas de ellas nunca comenzaron y otras se atrasaron más de un año. También hubo grandes proyectos que ganó siempre la misma empresa: una de Santa Cruz. (pueden ver las páginas del Ministerio de Economía y lo comprueban). Justamente la misma que tiene uno de los cinco permisos que hay en el país para prestar servicio de voladuras en canteras. ¡qué cosa, no!
Desde hace tres días estoy pidiendo explicaciones: al director de UCOPROLI, al Director de Vialidad, a la Secretaría de Obras Públicas. La respuesta se repite: "no tenemos obligación de informar. El contrato no se había firmado." No hay argumento válido que esgrima. No interesa que trate de hacerles entender la importante pérdida que sufrió la empresa tratando de completar los requisitos insólitos que nos pedían. No importa que les diga que tratan con gente seria y no con chicos de jardín de infantes. Ni que su argumento es hasta inmoral. No importa que sólo sean administradores de nuestros bienes. Ellos hacen lo que quieren.
Sólo por relacionar se me ocurrió pensar varias cosas:

- "Casualmente" el intendente del lugar donde debe realizarse la obra va por la reelección en octubre, y no es Kirchnerista.
- "Casualmente" hay elecciones nacionales donde se postula la esposa del presidente. Y la campaña hay que pagarla.
- "Casualmente" todos saben que el recaudador del presidente es nada más ni nada menos que el secretario de Obras Públicas.
Muchas casualidades, ¿no?

En octubre volvemos a votar. Con mucho dolor veo lo que nos espera: seguir revolcados en la misma mierda, aunque tenga olor a Chanel N° 5





septiembre 09, 2007

43 años equivocada

Así como muchas personas dicen haber nacido en el cuerpo equivocado, yo sostengo que nací en el lugar erróneo. La naturaleza me hizo una jugarreta y me llevó al Sanatorio San Roque de Ceres, cuando me tocaba algún castillo de la realeza europea, o como mínimo, un hogar millonario en Beverly Hills.
Porque lo mío son los hoteles cinco estrellas, los jet privados y muchas mucamas para atenderme. En cambio, me toca limpiar, lavar y planchar casi todos los días de mi vida.
Ese era mi pensamiento hasta hace poco, cuando descubrí que no todo lo que reluce es oro.
La cosa empezó hará una semana atrás, con Gingero leyendo el catálogo de la tarjeta de crédito.
Como quien dice "que lindo ese yate de lujo", el pobre se olvidó que estaba casado conmigo y comentó en voz alta: "mirá esta promoción de Visa: dos días en un spa. Qué bien me vendría". Antes que terminara de mirar la revista, yo había hecho la reserva. Y así, entre su incredulidad y mi decisión, el viernes partimos para Cariló.
Debo aclarar que el lugar original era Ostende (cinco kilómetros antes) por una cuestión de precios, pero mi marido intentó sorprenderme (ya verán que el sorprendido fue él), cambiando por un hotel más pituco.
Lo que voy a contarles a continuación, es para que ustedes entiendan que darme lujos a mí es tirar margaritas a los cerdos. Literalmente.

La abducción

Partimos a las tres y media de la tarde con destino a la costa. Previa parada en el Atalaya (1), llegamos a Pinamar alrededor de las siete. Sí, íbamos a Cariló, pero lo que yo tengo de temeraria, mi marido lo tiene de hinchapelotas. No quería entrar por la ruta porque hay que atravesar unos cuatro kilómetros de bosque sin iluminación, así que decidió hacerlo por calles urbanizadas (2).
Para los que no conozcan Pinamar (y para que los que conozcan traten de explicarme), esta tiene una calle principal, Avenida Bunge, que va desde la ruta hasta el mar. Hacia el sur se sigue a Cariló, hacia el norte a San Bernardo. Entramos por Libertador, (sur) pasamos el hotel Algeciras (sur), seguimos, seguimos y 15 minutos después estabamos en el campo de golf, que queda exactamente al norte. Nunca cruzamos Bunge, nunca nos desviamos, nunca cambiamos de calle. Juro que nos quedamos mirando porque no existía una explicación racional. Nadie entiende lo que hicimos (nosotros tampoco), así que no quedó más remedio que volver, pedir un mapa y seguir por la ruta. Mal que le pese a Gingero.

La "sorpresa"

Media hora después parabamos frente al Cariló Village, hotel elegido por mi amable esposo. Levanté los ojos maravillada por la construcción, la prolijidad, la iluminación. Sólo que cuando los bajé me encontré con un pavo real (pavo real ave, no tonto fanfarrón) con su cola desplegada, a cincuenta centímetros mío. Un metro más atrás venía otro. Para quienes no lo recuerden, tengo pánico, fobia, miedo atroz a cualquier bicho con plumas. A mayor tamaño, peor. Yo sé que es irracional, pero no tengo manera de controlarme. Me quedé inmovilizada, queriendo huir pero sin poder mover las piernas. Sólo sentía la taquicardia. Cuando mi marido se dió cuenta, corrió a socorrerme ahuyentando las aves. Pero ya era tarde. De un salto me metí en el auto, me encerré y empecé a gritar que me sacaran de ahí. No tuvo manera de convencerme. Yo ahí con esos bichos, no me quedaba. Insultándome, abrió la revista (que "por las dudas" llevó) y partimos al Costa Cariló (pongo los nombres por si quieren ver las páginas en Internet). Sin reserva, conseguimos la última habitación disponible, previo juramento del conserje que allí no había animales plumíferos.

El desayuno

Confieso que siempre me pasa lo mismo: más variedad de exquisiteses me ofrecen, menos como. Termino siempre con un café y dos medialunas. Para mí que ellos lo saben y por eso te dicen: "hotel con desayuno continental". Deglutís con los ojos, pero se te cierra el estómago. Por suerte Gingero comió por mí, por él y por todos los huéspedes, como para justificar el gasto.

El Spa

A las once de la mañana del sábado iniciabamos nuestro primer circuito de spa. El servicio es individual o por pareja, así que teníamos todas las instalaciones a nuestra disposición.
Una señora muy agradable nos explicó el sistema. Primero vas al sauna seco, me dijo, cuyo tiempo máximo no debe exceder los 15 minutos, pero para que sea efectivo, tampoco menos de 10.
El sauna seco es exactamente igual a meterte adentro del horno de tu casa. Una habitación de madera, cerrada, donde podés llevar un pollo y se cocina, junto con vos. Eliminás las toxinas y todo el agua del cuerpo, por lo que si no te moriste deshidratada antes, se aconseja beber mucho líquido al salir. Valientemente soporté 8 minutos, y salí puteando al sauna, a la señora y a mi marido por someterme a esa tortura. De ahí te llevan a una sala de relax donde te hacen sentar unos cinco minutos para que el cuerpo vuelva a la temperatura normal.
Cuando lográs acomodarte a gusto en el sillón, ya tenés que ir al sauna húmedo. Este es otro cubículo, exactamente igual a cuando uno tiene un chico con tos, y abre todas las canillas de agua caliente del baño para que este se llene de vapor. No es flagelante, pero al poquito tiempo morís de embole.
Terminado el ciclo del sauna húmedo, vas a la ducha finlandesa. Te parás sobre unas maderas y apretás el botón. Chorros a alta presión de agua te agujerean el cuerpo y la cabeza, más te movés, más sufrís. A esta altura uno piensa lo bien que está con la carga de estrés, con la celulitis y con las várices, y no entiende que cornos hace en esa sala de torturas. Este dura 15 minutos, pero yo escapé a los siete.
El paso siguiente es el yacuzzi. Ahí sí uno dice: "esto es lo que quería". ¡Ja!. Qué equivocación. La sonrisa de la cara se te borra cuando ponés un piecito en el agua y sacás los huesos pelados. La temperatura es la misma que se necesita para cocinar una langosta.
El porqué tiene una explicación (que no me acuerdo), pero necesitás mucho valor para meterte. Después de un rato y lleno de ampollas, empezás a acostumbrarte... justo cuando se termina el programa.
De allí te invitan a la pileta cubierta, de acceso libre y sin tiempo establecido, pero yo estaba tan cansada de padecer, que preferí ir a mi habitación y tomarme toda la botella de champagne que te obsequian al ingreso, sólo para olvidar donde estaba.
Lo terrible es que esto no terminaba ahí. A las cuatro de la tarde teníamos la segunda tanda de sufrimiento, que era lo mismo más la incorporación de una masajista.
Para no repetir, sólo les cuento como anécdota, que cuando ingresé al sauna seco, duré exactamente dos minutos y tres segundos. Por error, alguien había regulado la temperatura en 117° en lugar de los 75° correctos.
Con la masajista pretendía desquitarme. Ahí sí que estaba lo bueno.
Demoré media sesión tratando de hacerle entender que no quería embadurnarme de chocolate, ni que me activara los chakras de no sé donde, ni que me revitalizara con piedras calientes. Mi único objetivo era que me saque las terribles contracturas de la espalda. Ni bien puso un dedo sobre mi cuerpo, empecé a gritar. Para cuando terminó ya estaba afónica. Con lo poco de voz que me salía, le pregunté que clase de placer significaban esos masajes. Ella me miró y dijo "vos pediste masajes descontracturantes, no relajantes". Menos mal que sólo tenía una bata, porque de haber tenido un arma le pegaba cuatro balazos.

El domingo al mediodía salimos del hotel con mi firme juramento de no volver a un spa, por lo menos hasta que me olvide de las flagelaciones sufridas.
Indudablemente, la vida de ricos no es lo mío. Yo prefiero dormir la siesta y mirar CSI en la tele.
Eso sí, antes de emprender la vuelta, paramos en Pinamar y metí los pies en el mar, por la tradición que dice que para regresar, debés mojarte con agua del lugar.







Apostillas:

1- El Atalaya es un parador sobre la Autovía 2, donde hacen las medialunas más ricas del país. La parada es casi obligatoria. Está abierto las 24 horas y siempre hay como mínimo, cincuenta autos.

2- Desde Pinamar a Cariló se puede ir por las calles internas, porque los pueblos están uno a continuación de otro: después de Pinamar está Ostende, después Valeria del Mar y por último, Cariló.

Yo trato de contarles paseos que en general son gratuitos. Bueno, no es este el caso. Desde diciembre a marzo ir a Cariló es sólo para hiper millonarios, pero en temporada baja resulta bastante accesible. La estadía que incluye la totalidad de los servicios de spa nos salió menos que una noche en el Hilton (esta aclaración es para Angel Gris y Torombolo).

septiembre 05, 2007

Palomas Mensajeras

Nadie puede negar la maravilla que significa Internet para las comunicaciones. Cualquiera de nosotros puede conversar con amigos que se encuentran lejos con sólo abrir una ventanita. Les podemos mandar fotos, escuchar música al mismo tiempo y hasta vernos las caras. Fabuloso.
Pero también impersonal.
Recuerdo que cuando todo esto era una fantasía sólo pensada por autores de ciencia ficción, cada vez que quería dar noticias mías a alguien, me tomaba el trabajo de comprar papeles perfumados, sobres con dibujos, y me sentaba en una mesa a escribir, tratando que mi letra fuera prolija y legible. Después iba hasta la oficina del correos y la enviaba, sabiendo que al receptor le llegaría varios días más tarde.
Desde hace varios años, a mi buzón solo llegan facturas para pagar, correspondencia laboral o publicidades impresas.
Hasta el viernes.
Junté casi sin mirar los sobres dirigidos a mi departamento, sabiendo que eran gastos de luz, teléfono, impuestos, revista del cable... y en medio había algo anormal: una postal de Guatemala. En el inverso, una letra parejita, casi perfecta, me saludaba y deseaba que conozca su ciudad. Tan grande fue la emoción, que subí gritando "¡recibí una carta, recibí una carta!". Mis hijos me miraban, seguros de haberme perdido para siempre. El estado de locura es común en mí, pero ahora era demasiado evidente. Traté de hacerles entender que ellos, productos de la tecnología, no podían comprender el alcance de poder tocar algo que había tocado quien me la había mandado. Que la letra era real, y no Arial 12. Que estaba escrita con una lapicera de tinta y no un sistema binario que creaba un símbolo. Que esa misma carta había estado en otra casa antes de llegar a la mía.
Y decidí reivindicar al correo tradicional. Porque esa sensación de felicidad la puede sentir sólo quien la vive.
Y me propuse enviarles cartas. Cartas con mi letra, para que me sientan cerca, para que tengan algo tangible mío, ustedes que son mis amigos.
Para que guarden un elemento real y no me dejen dentro de una computadora cuando se vayan a dormir.
Y me gustaría que ustedes hicieran lo mismo, siempre que tengan ganas. Que algunas mañanas el cartero nos toque el timbre para avisarnos que recibimos una carta, y nos sorprendamos con un amigo que sólo quiere saludarnos, que se tomó el trabajo de sentarse y escribirnos. Que pensó en nosotros.
Por eso les pido que en forma privada me manden su dirección (ginger.melusina@gmail.com) para poder hablarles desde otro lugar. Desde el lugar de las letras reales, las que aprendimos en la escuela.
Gracias Nicté por hacerme feliz.




septiembre 02, 2007

Colores primarios

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Les agrego música para que escuchen mientras leen. Es que me pasé dos horas explicando como se hacía para subir a espins y cuando lo quise hacer yo, no me salía!. Con semejante esfuerzo, ahora se bancan este tema que me encanta.

La invitación decía: "Arte en La Recova de Posadas. Artista invitado: Marcelo Maira. Exponen alumnos de su taller. Auspicia Chandon".
Personalmente me gusta este tipo de muestras, pero en este caso existía un compromiso doble. Maira es un pintor bastante reconocido, sus obras valen pequeñas fortunas, y entre otras cosas, es el cuñado de mi prima gemela. Como si fuera poco, uno de los alumnos es el marido de dicha prima, y terminé por convencerme al leer el auspicio.
Además, teníamos que ir a buscar a la niña que me regaló la vida, que se encontraba en el recital de una tal Lily Allen, en el Luna Park.
Empecé a prepararme tipo siete de la tarde: me puse la mascarilla de barro mineral, llené la bañadera con agua de algas (porque eso dice el paquete de algas disecadas que venía con el barro), y dos horas después estaba hecha un primor, lista para ver la muestra.
Para quienes conozcan Buenos Aires, La Recova queda debajo de la Autopista Illia, a la salida de 9 de Julio, frente al Four Seasons. Es un lugar muy pituco, llenos de bares y restaurantes. Los cuadros expuestos se encuentran en la vereda, debajo de una galería cubierta, colgados del techo, y pueden ser apreciados por cualquier transeúnte.
En medio de la gente que iba y venía, no lograba divisar a mi prima, a su marido ni al artista, así que se me ocurrió preguntar a un buen señor con cara de mozo de bar, parado en la vereda, y allí me enteré de otra de las maravillas porteñas: El Gallery Nights.
El Gallery Nights es un recorrido que se realiza por galerías de arte de Buenos Aires los últimos viernes de cada mes, absolutamente gratis. El tema es así: en una combi (especie de colectivo pero más chico y con más categoría), te llevan a ver distintas muestras de pintura, escultura, anticuarios, etc que están abiertos hasta las dos de la mañana. En cada parada, un señor culto llamado marchant te explica lo que vas viendo, las técnicas, la antiguedad, y sobre todo, el precio de cada obra. A su vez, te obsequian con una copa de champagne, vino o licor cada vez que bajás. El único problema con tanto alcohol, es que en las últimas estaciones uno ya no puede distinguir si mira un cuadro, una pared o una persona.
Como la exposición de Maira era en La Recova (lugar de salida del micro), quedaba mal dejar plantados a los anfitriones e irnos al tour, así que nos quedamos con ellos y para cuando habíamos terminado, la última combi había partido. Pero como varias galerías quedaban cerca y Lily Allen no dejaba de gritar, fuimos caminando con mi señor esposo hasta las más cercanas.
Me enamoré de dos cuadros italianos de principios del siglo XX, de un tal Pigliarini o algo así, imposibles de comprar por su precio, pero maravillosamente realizados.
Paseamos por anticuarios, ví por primera vez miniaturas de Dresde auténticas (en urnas de cristal con ochocientas mil alarmas), arte argentino del bueno, esculturas en mármol blanco (el sueño de mi vida) y mucho mucho mucho glamour. Pero lo mejor de todo: ABSOLUTAMENTE GRATIS.
Lamentablemente no pude seguir mi recorrido porque el celular indicaba que la inglesa gritona había terminado su show, y la seguidora argentina (o sea, mi hija) estaba esperando que fueramos a buscarla.
En medio de una multitud de adolescentes, encontré a mi retoño gritando. De alegría, de entusiasmo y de hambre. Como nosotros tampoco habíamos cenado, nos dirigimos a Puerto Madero (porque allí la mayoría de los restaurantes tienen salón fumador) y tuvimos que soportar la cara de culo de mi niña, a la que no le interesaba que estuvieramos dejando medio sueldo en la comida, y pretendía que fueramos a un TGI (cadena de hamburgueserías para adolescentes) a soportar más chillidos y empujones de gente de su edad.
El último párrafo es meramente anecdótico, sólo lo escribo para aquellos que aún tienen hijos chicos, que sepan lo que les espera.
La finalidad de este texto era recomendarles la recorrida del Gallery Nights. Aún para los que no amen la pintura, recorrer Barrio Norte a la noche produce la misma sensación que estar de vacaciones en París, o en Bélgica.
Aquí les dejo unas poquitas fotos que salieron, porque ya saben, mi camarita es limitada. Acepto gustosa otra mejor, de regalo.
Que lo disfruten.

Vereda de La Recova de Posadas, con los cuadros expuestos. (Posadas y Cerrito)
Complejo de galerías en Arroyo y Suipacha


Otra galería, en Suipacha y Arenales.

Cara de culis mirando la comida y diciendo que prefería una hamburguesa.

Salón para fumadores del restaurante. Detrás del vidrio está el río y del otro lado, lo más moderno de la ciudad de Buenos Aires: Costanera Sur, el Hiltón, paredón y después.