Como ya les comenté una vez, mi momento de máxima reflexión sobre la vida es cuando pelo papas. Me convierto en una suerte de Julián Marías del subdesarrollo y elaboro teorías trascendentes. Empieza en el mismo momento que trato de encontrar el pelapapas dentro del cajón de los cubiertos, tarea que me lleva unos diez minutos.
En este caso, el punto de inicio fue una observación de mi hija cuando estabamos desayunando: "mis amigas tienen dos casas, la del padre y la de la madre. Ustedes son los únicos aburridos que siguen viviendo juntos".
La respuesta lógica hubiese sido algo así: "querida, deberías sentirte orgullosa que tus padres lleven 21 años de casado y aún sobrevivan, metafórica y literalmente hablando". Sin embargo fuí un poco más allá e hice un repaso de tanto tiempo compartido con la misma persona.
No me separé cuando, poco menos de un mes de casados, descubrí que la madre lo había educado muy bien. Exageradamente bien. Llegaba a nuestra casita pulcra y recién estrenada y antes de darme un beso como saludo acomodaba los sillones y las cortinas, enderezaba las toallas en el baño y ordenaba la heladera. Por esa época yo pensaba que era mejor un marido prolijo que el que tira la ropa por todos los rincones.
Tampoco me separé cuando descubrí que roncaba. Desde el principio fue un ronquido tipo gruñido de león que se fue incrementando con el tiempo hasta pasar a todos los leones juntos de Africa. Los primeros meses me dedicaba a darlo vuelta suavemente para que no se despierte y por mi parte seguir usando las orejas sin audífonos. Pero trato tan considerado me duró poco y ahora no entiende de dónde le salen los moretones en las piernas, los brazos y la cara cada vez que se despierta. El próximo paso es ahogarlo con la almohada.
Seguí en mi hogar las veces que él se enfermó. "Enfermar" es un término un poco exagerado. En 21 años se pescó algún que otro resfrío, pero el tipo "somatiza". Se imagina que la hora de su muerte está cerca y se instala en la cama a dar órdenes. Ah, sí, porque moribundo y todo, no deja de mandar a los habitantes de este humilde techo. "Gordaaaaa" grita, y una deja la plancha sobre la ropa, la comida que se quema, y sale corriendo a ver que necesita. "Pasame el control remoto que no me puedo mover" dice el caradura, que no es capaz de estirar la mano quince centímetros para agarrarlo. El primer día es medianamente soportable. Al segundo una le sugiere llamar al médico o pedirle que se muera de una vez por todas. "No. Al médico no" te dice. "te dan remedios que enmascaran la verdadera enfermedad. Es peligroso no saber lo que uno tiene. Prefiero sufrir". Y por supuesto, la verdadera sufriente soy yo.
No hice la valija y salí dando un portazo cada vez que pasan fútbol por la tele. O rugby. O tenis. O basquet. O cualquier deporte. Porque para los varones no existe nada más importante que sentarse a ver como varios tipos corren enloquecidos por una pelota. Y conviene que el resto de la familia mantenga un silencio absoluto, a ver si el pobre no escucha cuando el relator dice: "toca la pelota Piringüito y se la pasa a Tolongüito. ¡Qué buena jugada!".
Me quedé aún cuando babea por una ninfa de culo parado y tetas apuntando al cielo, aunque yo esté a cinco centímetros suyo. Y cuando reclamo un poco de respeto me contesta: "¿Y qué querés? ¿qué me ampute los ojos?". No corazón, no te los amputes vos. Para eso estoy yo.
No lo denuncié por abuso doméstico, cada vez que se rompió un caño y fuí yo la que se tiró al piso, lo soldó, lo emparchó, mientras él miraba. (pero esto me pasa por autosuficiente).
En fin. Podría seguir preguntándome porqué hace 21 años que estoy casada con este hombre. Pero cuando pienso todo lo que hemos pasado juntos (2 hijos, 11 mudanzas, 2 desempleos, 7 funerales, 15 vacaciones, 28.760 tubos de dentífrico, 6 tarjetas de crédito, un cólico renal, una catarata de parientes y varios placares. Yo le planché unas 6.754 camisas y le lavé unos 8.200 calzoncillos. Él me hizo unas 3.150 comidas entre almuerzos y cenas y me trajo unos 241 ramos de flores), la única respuesta que se me ocurre para el planteo de mi hija, es la siguiente:
"Tus amigas tendrán dos casas, pero vos tenés algo mejor: UNA FAMILIA."
# posteado por Ginger : 8:56 a. m.
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