Siempre hay alguien que está peor.


enero 29, 2007

Continuando...

(Esta es una continuación de lo que escribí ahí abajo [Mi vida con un fantasma], se los cuento en un post porque para comentario viene largo)
¡Miren! ¡Miren lo que me pasó el sábado a la noche! (mejor dicho, ¡Lean! ¡lean!). Esto me reconcilia con mi estado mental.
Cumpleaños de un familiar. Reunión con parientes y amigos. A los parientes los conozco a todos, a los amigos no. Como no me caracterizo por tener problemas de sociabilización, me siento entre dos mujeres a las que no había visto nunca. Después de tres minutos, ya sabía que ambas estaban casadas, tenían hijos chiquitos y eran psicólogas. Se me ocurre tratar de ser simpática y digo "ah, ustedes no pueden quejarse, con la cantidad de chiflados que hay hoy en día tienen laburo asegurado", y, estúpida de mí, les cuento a modo de anécdota graciosa lo de mi ex casa embrujada.
- "¿Y nunca notaste cosas raras?" dijeron serias y al unísono.
¡Otras más! ¡¡Y Psicólogas!!. No importa cuanto tiempo estuve explicandoles que no creo en eso, que el único ruido de cadenas escuchado era el de la bicicleta y que las sillas se quedaron quietas siempre. Las dos se tomaron lo del embrujo con total profesionalismo y me dieron cátedra de cómo descubrir fantasmas. Peor: me aconsejaron sacar un turno con una tal Elsa nosecuanto que viene a Argentina por estos días, cobra $500 la consulta y te remonta a vidas pasadas, para descubrir si mi espíritu anterior era más fuerte que el que nunca reencarnó y quedó encerrado entre las paredes de Olivos. Se ofrecieron a hacerme el contacto. Incluso me contaron que ellas están haciendo cursos de hipnósis de retroceso. No las insulté porque eran amigas de la cumpleañera y pretendo conservar sana mi relación con la familia.
Júrenme que no soy la única. Júrenme que ustedes están de acuerdo conmigo. Júrenme que no creen que fantasmas.
Estamos todos locos.

enero 26, 2007

Mi vida con un fantasma

Alguna vez les pedí consejo para ahuyentar la mala suerte que me perseguía en mi antigua casa. También les comenté que la inquilina anterior practicaba ritos esotéricos y durante cuatro años no pude eliminar cintas rojas y restos de vela negra esparcidos por todos lados. Por supuesto, siempre me tomé en broma estas actividades y atribuí las roturas de caños, humedad y demás, a la edad de la propiedad: más de sesenta años.
Casi un mes después de mudarme vengo a descubrir mi error. Estos accidentes no se debían al deterioro sinó a la presencia de un espíritu maligno que convivió con nosotros todo ese tiempo. ¿Y cómo me enteré? Simple: me lo dijo una ex-vecina.
La situación se dió mientras trataba de dejar en condiciones el jardín; debíamos entregar la llave a su propietaria y a mi no me gusta que digan "mirá como está todo lleno de yuyos. Seguro que esta era una mugrienta". Así que bordeadora y rastrillo en mano, me encontraba en medio de una maraña de pasto recién cortado cuando se cruzó la hija de una nueva ex-vecina, la misma cuyos perros se comían las medialunas del panadero. - "Hola", me dijo "¿puedo hacerte dos preguntas?". - "Por supuesto", le respondí. "Que te las conteste es otro precio". - "Jiji" sonrió. "Mirá, mi mamá y yo queremos alquilar esta casa. ¿Podré hablar con el dueño?" - "Claro, dejame tu teléfono y les digo que te llamen", contesté tratando de sacármela rápido de encima porque me faltaba mucho para terminar y presentía una larga charla. - "Ya te lo doy, pero antes, otra cosita" Seguro quiere saber el precio del alquiler, supuse. Le voy a decir una cifra altísima para que huya despavorida. - "Piden como dos mil pesos", me adelanté. - "No, eso no importa. Yo arreglaría con ellos. Lo que quiero saber es si es verdad que esta casa está embrujada, porque de ser así no la alquilo." A ver. Si a ustedes se les acerca alguien con cara absolutamente seria y les pregunta si viven con los espíritus de El Resplandor, ¿que contestarían?. Mi primer reacción fue de incredulidad. Cuando me dí cuenta que la señorita estaba convencida que su estado mental era normal, sólo atiné a decir lo siguiente: - "Es verdad. Nos teníamos que atar a la cama de noche, porque nos entraba un impulso irrefrenable por matar vecinos". Lo peor fue que lo creyó en serio. Me miró alarmada y dijo: - "¿Y también se te caían los cuadros, las sillas aparecían dadas vueltas y escuchabas ruidos de cadenas y gritos?". - "Ah, sí, sí". Le dije. "Los cuadros no sólo se caían, también cambiaban. Fijate, yo tenía un Soldi auténtico y después me encontré con una triste lámina de imitación. Cada vez que mi marido se sentaba en una silla, terminaba con el culo en el suelo. Seguro que algún fantasma le desajustaba los tornillos. Eso sí, yo gritos no escuchaba, en realidad los que oían eran las personas que viven en las casas contíguas: una voz chillona decía algo así: ¡¡JULIA, PENDEJA DE MIERDA, TE DIJE QUE SEQUES EL BAÑO DESPUÉS DE BAÑARTE!!. Los pobres se pegaban cada susto!" A esta altura, la chica no sabía si le estaba tomando el pelo o le hablaba seriamente. Los ojos le giraban como ventiladores, y sólo repetía: "me parece que mejor nos vamos a otro lado". Antes de marcharse, se me ocurrió preguntarle quién había divulgado las intimidades de mi familia de un modo tan grosero. - "La antigua inquilina", contestó. "Me dijo que ellos se fueron porque la casa estaba poseída por un espíritu maligno que había muerto aquí de manera trágica y quería vengarse de quienes habitaran esta propiedad". Me dió tanta rabia que tiré el rastrillo y cerré la puerta de un golpe. ¡Habrase visto, fantasma desgraciado!. Cuatro años viviendo gratis, sin pagar su parte correspondiente del alquiler.

enero 19, 2007

La Televisión me tiene harta

El día que nos mudamos era sábado. Una de las primeras cosas en ocupar su lugar definitivo fueron los televisores, pero claro, no teníamos aún conectado el cable y en el caos de cajas, ninguna antena estaba visible. Nunca supe tejer, así que tampoco tenía agujas para clavar en una papa y hacer el intento de ver algún canal de aire.
Por esas cosas rarísimas de la tecnología, el único tv. que recibía imágen era el de mi dormitorio. Eso sí, la señal era la de canal 7 "El canal del estado", como dice su slogan. Ahí descubrí lo dependiente que somos los seres humanos de la caja boba. Me ví completa "Arrabalera", una película con Tita Merello del año 1950, en blanco y negro. La pobre tenía dos candidatos y no se decidía por ninguno. Al final, el malo se cansó de tanta vuelta, la emborracha y la lleva a un hotel alojamiento. Sólo para salvar su honra ella se casa con él, que resulta ser golpeador y alcohólico. El resto, sin sorpresas. El muchacho bueno la salva y todos viven felices.
Cuatro días después llegó la gente de Cablevisión, me rayó el piso pero me devolvió la alegría. 82 canales para elegir. No sé que pasa en el resto del mundo, pero aquí están ordenados temáticamente: los noticieros del 2 al 6, los de aire del 7 al 12, los de cocina y manualidades del 13 al 22, los de cine del 23 al 30, los de series del 31 al 40, después infantiles y el resto son señales de distintas partes del mundo imposibles de ver a menos que uno domine el inglés, el francés, el italiano o el alemán.
Que no sé cocinar ya lo saben todos. Que tenemos visitas todos los días también. Así que me decidí por tomar nota de las recetas infalibles, fáciles y rápidas de Dolly Irigoyen en el canal Gourmet. "Vamos a preparar un rico plato con lo que tenemos en la heladera" dijo la cocinera. Mi heladera está llena de aire el 90% del mes, pero supuse que los ingredientes serían simples de comprar y corrí a buscar una lapicera y papel. "Primero sacamos el ciervo cocido que nos quedó del almuerzo del domingo..." ¿Ciervo cocido? ¿quién cornos tiene ciervo en la heladera? "después lo cortamos en fetas y le agregamos... " A esa altura cambié de canal porque si empezabamos así, no tenía interés en saber el resto. Pasé a Utilísima. Una señora gorda enseñaba a hacer un simpático cuadrito con flores naturales disecadas para un rincón. Perfecto. Tengo un rincón triste y aburrido sin decoración. Primero debíamos conseguir 8 orquídeas recién florecidas, acomodarlas sobre papel manteca, dejarlas secar una semana en el freezer, comprar cola de carpinero, marcos, vidrios, etc. En resúmen, la manualidad salía un triple del valor, que comprarlo en la casa más exclusiva de decoración. Muy lindo, pero impracticable. Mejor ver una película. Cinecanal daba por millonésima vez "Juana de Arco". TNT repetía "Gladiador". I-Sat mostraba unos franceses que caminaban diez minutos sin decir palabra. ¿A ver los dibujitos animados? Por ahí tenía suerte y enganchaba El Correcaminos. Cinco canales infantiles. Los cinco mostraban unos dibujos de nenes con cara redonda y ojos grandísimos, con inscripciones en japónes, que realizaban el salto del tigre y estaban más de dos minutos volando por el aire, una distancia de 18 kilómetros. Demasiado para mí, que soy de la época de Tom y Jerry. Las noticias, todas deprimentes; accidentes, discursos políticos o robos. Veamos las series: la segunda temporada de Friend en Sony, Warner insistía en pasar los capítulos viejísimos de La ley y el órden, el resto eran esas sit-com de humor norteamericano que sólo a ellos hacen reír. Animal Planet mostraba en cámara lenta a un león matando y despedazando una cebra, cosa que nadie quede sin ver con lujo de detalles el sufrimiento del pobre bicho. History Chanel repetía el desembarco de los aliados en Normandía. Los canales extranjeros parecían interesantes, lástima que no sabía de qué estaban hablando.
Definitivamente volví al 7, para ver si pasaban una película de Libertad Lamarque cantando "déjame, no quiero que me beses, no quiero que me toques...". Lo mejorcito por estos días.

enero 16, 2007

¿Dónde está Wally?

Ustedes vivieron conmigo desde que esto era un proyecto. Cuando empezamos a comprar los materiales (¿se acuerdan de los cerámicos?), pintar muebles, negarme a ver el progreso (que para mí era retroceso)...
Bueno, ahora está terminado y habitado. Así que los invito a pasar por mi casa. A ver que opinan.

Empecemos por el principio. Este es el living. Claro que no se vé mucho porque soy una pésima fotógrafa.




Así que mejor se los muestro en detalle. Las paredes parecen naranjas, pero en realidad son color ladrillo.



Estos silloncitos son el placer de quien viene. Por alguna razón todos encaran para allí, se sientan y están hamacándose hasta que los intimo a dejarlos.



Este es el comedor. El mueble grandote debería sufrir algunas modificaciones, como cambiar las puertas de madera por vidrio, pero a mi me gusta así.



La biblioteca es nueva. La compré para reemplazar otra que estaba en la casa anterior (empotrada en la pared). Aún así, hay dos más (en los dormitorios de los chicos) llenas de mis libros, pero tuve que guardar otros en caja porque no entraron.



Esta es la cocina. Bueno, una parte de ella. Donde estoy yo (sacando la foto está la heladera y una mesita con cuatro banquitos, pero evité ponerla para que no vean la pila de ropa que se acumula esperando ser planchada.



Ahora vamos por el pasillo a los dormitorios. En el fondo está el baño, que normalmente tiene la puerta cerrada, pero por una cuestión de luz, la abrí.



Acá acomodó sus petates Gonzalo. Está en esta misma computadora. Si ven mucho despelote, es porque llegó ayer de vacaciones y todavía está sacando cosas.



Julia prefirió salir de espaldas. Este es su bunker. Se encierra y no hay manera de sacarla.



Así quedó su cama pintada de blanco. ¡Cómo renegué para sacar el laqueado!. Gasté más que si hubiese comprado muebles nuevos. Bueno, ahora es anécdota.



Mi dormitorio. Quedó muy blanquito. Igual no va a durar mucho.



Esto es la otra parte, que no se vé en la foto anterior.


Ahora si, el baño. Chiquito, pero gauchito.



Acá la intención es que vean las guardas. Bidét e inodoro, seguro conocen.



Para alguna próxima entrada, voy a mostrarles el parque y la vista desde la terraza.
Espero que les guste. Ya saben, cuando quieran pueden venir de visita. Eso sí, la comida la traen ustedes. Yo no cocino más.

enero 08, 2007

Volví, ¿volviste?

¡Cómo los extrañé!. A ustedes, a mi vida organizada y pacífica, al tiempo que me dedicaba... en fin.
Pero esperen que les cuento. Por el principio. Ah, y seguro que terminan todos cansados, se los aviso, eh?.
- Mediados de diciembre: Cajas. Cajas. Cajas por todos lados. "¿Dónde están mis calzoncillos?" gritaba como un desaforado mi marido. "En alguna caja", contestaba yo. Mis hijos miraban la torre que se iba acumulando en el living y el escritorio y, siempre tan optimistas, decían: "esto no entra en el departamento. Pensá en ir tirando cosas". Al final no tiré nada. Todo está en el sótano del edificio.
- Previo a Navidad: Electricistas, pulidores, colocadores de muebles de cocina, marmolero, vidriero y service de portero eléctrico. Durante cuatro días desfilaron por el departamento, dando los últimos retoques. Todo divino, excepto que yo todavía vivía en Olivos y debía correr para Villa del Parque a cada rato. Y queda lejos. Y tenía que trabajar. Y seguir guardando cosas. Y lavar y planchar. Como si fuera poco, la idea de mi suegra era que cocine para la Nochebuena. No cocino en épocas normales, imaginen con todo ese despelote. Estuve a punto de romper relaciones familiares. Al final llevé la bebida.
- Post Navidad y antes de Año Nuevo: La firma de la escritura se postergaba de un día para el otro. Que el 26, que el 27, que el 28. Y yo tenía que mudarme (cosa que pensaba hacer lo mismo, pero como soy muy hinchapelotas, quiero todo prolijito). Al señor de la empresa de mudanzas le iba modificando la fecha cada vez que la escribanía me avisaba de un nuevo cambio. Al final se cansó y me dijo: "Señora, vamos el 30. A las 7 de la mañana. Y más le vale que le guste. Sinó busquese a otro".
- Viernes 29: Último día hábil del año, último día para hacer uso del crédito hipotecario. Media hora antes que cierre el banco, firmamos. El departamento era nuestro. De los nervios me comí todos los caramelos del Banco Río (como atención por toda la plata que vas a dejarles, ponen una caramelera en la mesa). Después no podía levantarme de la silla. No, la cantidad de glucosa no tenía nada que ver. Hice un mal movimiento y quedé dura. Inflamación del nervio ciático, dijo el médico. Me llevaron entre tres al auto. Debo bajar de peso.
- Sábado 30: 7 de la mañana, tocaron el timbre. La mudanza empezaba. Para las 10 ya habían descargado todos mis muebles (y las doscientas cajas) en mi nuevo hogar. Me mancharon el sillón blanco. Me senté arriba de algo que después supe eran copas (cuando se rompió la primera me dí cuenta) y quedé mirando el caos sin saber por donde empezar. Después de una hora y media, mi marido insistió en que haga algo. Lo primero que acomodé fueron los libros.
- Domingo 31: Para las cinco de la tarde habíamos vaciado un 80% de cajas y ya no quedaba lugar en los placares para el otro 20%. Y había que ir a lo de mi prima a esperar el Año Nuevo. Me tomé un vaso de vino tinto, me bañé y partimos. A la medianoche miré las estrellas y la luna y pensé en todos ustedes. No me olvidé de ninguno. Y les deseé un año bueno.
- Lunes 1: 44° de sensación térmica. Y yo tratando de acomodar cosas. Al final me dí por vencida, prendí el aire acondicionado que afortunadamente habíamos hecho colocar unos días antes, y me tiré a dormir en el living. Me desperté a las once de la noche y seguí guardando.
- Días restantes: Me olvidé de contarles que el marmolero no entregó la mesada hasta el jueves pasado. O sea: los muebles de cocina preciosos y huecos. Sin agua en la cocina, sin lavarropas, y obviamente sin cocinar. Como experiencia, no quiero comer pizza, empanadas, comida china y pollo al spiedo por dos o tres años. Todavía seguía con ciática y ahora, también con úlcera.
Después llegó la catarata de gente: me pusieron la mesada, vino el plomero a conectar el agua, el colocador de muebles a ajustarlos, los del cable (que rayaron todo el piso recién plastificado), el portero, la administradora.... Cuando ya estaba todo listo empezaron las visitas. Todos quieren ver como quedó mi casita nueva. Tengo turnos con invitaciones hasta junio.
- Conclusión: Estoy feliz. Cansada, pero contenta. Todo está precioso. El barrio es espectacular: para conseguir lo que se les ocurra no tengo que caminar más de 100 metros. Abajo hay un supermercado chino gigante, una farmacia, un gimnasio, rotisería, restaurantes, ferretería, mercería, panaderías, vidriería, etc. etc. Todavía me cuesta acostumbrarme a que acá los negocios no cierran al mediodía como en zona norte. Y todo es mucho más barato. Y el agua tiene tanta presión que si abrís la ducha al máximo te duele. Y el agua caliente sale inmediatamente. Y dentro del complejo hay un parque grandísimo con sillones, árboles, juegos para chicos...
Ahora viene lo más complicado: pagar todo. Pero ese problema me lo haré más adelante.

Pd: En la próxima entrada subo las fotos para que opinen. En este momento estoy sin cámara digital (se la llevó mi hijo de vacaciones) y no me puedo acordar donde guardé la de rollo.