Siempre hay alguien que está peor.


noviembre 29, 2007

El día que fuí casi famosa

Primera parte

Resulta que Gingero y yo tenemos un amigo de toda la vida. Compartimos vacaciones, salidas, reuniones familiares, etc.
Tan amigos somos, que Clota (la ex-esposa de mi amigo) es la madrina de mi hijo, y él el padrino de mi hija.
Tienen tres niñas a las que quiero como si fueran mías.
En las últimas elecciones políticas, nuestro amigo fue elegido Senador Nacional por la provincia del Chaco. Y ayer asumió su cargo.



Segunda parte

Lo mismo que me pasó con Canoura, no tuve conciencia de la importancia del cargo que ocuparía mi amigo, hasta que lo acompañé al juramento, en el Congreso de la Nación.
Fui con la idea de ver a ilustres desconocidos prometiendo hacer cumplir la ley, hasta que los desconocidos se volvieron... conocidos.
Mientras esperaba que el acto empezara, me dediqué a observar el trabajo de molduras de los techos. Miraba para arriba cuando me percaté que no estaba sola. Filmus (hasta ayer ministro de Educación y desde hoy nuevo senador) me sonrió, me saludó y dijo: "lindo trabajo de arquitectura". "Ajá", le contesté. "Los arquitectos de antes no son como los de ahora, que hacen cualquier cosa. También, con la educación de porquería que tienen...". El tipo me miró, volvió a sonreir y se fue. Solo después me di cuenta que mi comentario fue directo a su gestión.
Atrás suyo llegó Scioli (vice presidente de la nación y presidente del Senado), saludando a todos los presentes. Cuando me tocó el turno le agarré la mano... la mano de madera!.*. Se puso pálido, me agarró el brazo con el suyo sano y lo separó de la prótesis. Ni "mucho gusto" me dijo. Si hubiese hablado, seguramente sus palabras hubieran sido "¡idiota!".



Dos minutos después se abrieron las puertas principales del Congreso porque llegaban el Presidente Kirchner con la futura Presidente Kirchner. Saludaron a lo Perón y entraron al recinto.



Mientras seguíamos esperando, me puse a conversar amablemente con una señora cuya cara me resultaba familiar. Hablamos sobre los hijos, el tiempo, los precios de los zapatos. Me enteré que era Alicia Kirchner cuando vinieron a buscarla.
Un poco después, el Presidente se acercó a nosotros y una catarata de viejas se le tiraron encima. Lo besuquearon, lo llenaron de baba, lo pintarrajearon. "Estás pagando en vida, desgraciado", pensaba yo. Hasta que me debe haber mirado, cosa que no puedo afirmar porque un ojo apuntaba al cielorraso y el otro al piso, y se me acercó. Como estaba con las hijas de mi amigo, le dije: "me está dando lástima, venga que le saco una foto con chicas lindas y no con esas admiradoras que tiene". Largó una carcajada y me lo agradeció. Pero como es el presidente, todo el mundo le quería hablar, así que lo reté (lo juro por Dios, con la diplomacia que me caracteriza, reté al Presidente de la Nación), al grito de "¡¡¡se puede quedar quieto que me salen movidas las fotos!!!". "Uh", me dijo. "No me retes vos también, que ya lo hace mi esposa". Parece que no se enojó, porque vino y me dio un beso, no sin antes preguntar quien eran las chicas (será birolo, pero no es tonto).



Atrás salió la futura Presidente, dando la mano y besando a todos, como la madre Teresa de Calculta, excepto por el trajecito Armani y la cartera Louis Vouiton. Cuando llegó a mi, dijo "gracias por el apoyo". "No será el mío", le contesté, "yo no la voté". Se hizo la que no me escuchó y siguió, pero creanme que sólo se hizo.
Patricia Burlich se acercó para felicitarme por las "hermosas hijas" que tenía. Se lo agradecí sinceramente. No eran mis hijas, pero como verdaderamente son hermosas, me adjudiqué el título.
Le dí la mano a Reutemman y le dije: "usted es Senador por mi provincia, haga algo por mi pueblo". Con gusto, me contestó. Pero no me dijo qué.
Cuando salíamos me choqué con Adolfo Rodriguez Saa, con su sonrisa de Guasón permanente. Me saludó mientras miraba mi escote. "Los ojos están más arriba", le dije. Y siguió como si nada...
A la tarde, mi madre llamó para avisarme que nos habían visto en la televisión. Hubiese preferido que me filmaran con Norma Aleandro, o con Pablo Echarri por lo menos, pero no me puedo poner pretenciosa tampoco...





*Para los que no son argentinos, Scioli tiene un brazo ortopédico, producto de un accidente de motonáutica.

noviembre 25, 2007

Pequeño manual masculino ilustrado

Después de escuchar a señoras y señoritas contar sobre sus relaciones amorosas y/o sexuales (tiemblen hombres, las mujeres nos contamos "esas" cosas con lujo de detalles), llegué a la conclusión que los varoncitos se clasifican en tres grandes categorías.

Debo aclarar que excluyo a mi marido, no por bueno él ni por bondadosa yo, sinó que después de 21 años de casados y 4 de novios, una lo tiene incorporada como un brazo o una pierna y no hay mucho misterio por develar. Lo mío es simple observación (aunque a un tucumano le salga urticaria cada vez que menciono esa palabra).

Decía entonces que podemos agruparlos como en la matemática: racionales, irracionales e imaginarios.

Dentro de los racionales, tenemos a los buenudos. Son esos que están atentos a nuestro mínimo deseo, nos complacen, nos atienden... para cubrir déficit mayores. Tienen dos sub-categoría. Por un lado encontramos los hot-dogs: son aquellos que viven en estado de caldera constante. Ellos quieren ir a los bifes a cada rato, olvidando que la temperatura sube paulatinamente. Los tipos te regalan una flor y te meten en el telo sin previo aviso. No tienen la menor idea del juego previo, solo piensan en satisfacer su necesidad urgente, y terminaron cuando una ni siquiera empezó. Se pueden reeducar, pero se corre el riesgo de convertirlos en eyaculadores precoces.
El segundo sub grupo es el de los leones afónicos. Son el opuesto a los hot-dogs. Los tipos preparan el terreno con mucha anticipación y una se ilusiona con una noche de amor desenfrenado. Te cuentan sus planes, se saben todas las previas, te llevan a estados de alta densidad, y ¡cuando el momento llega!... no pueden. Nos ponen en la peor situación de nuestras vidas: un estado en el que debemos disimular la desesperación y hacer como si nada. En algunas se suma la culpa: ¿será que lo desmotivó mi celulitis? ¿tengo mal aliento?. Pero no, queridas. No se trata de nosotras. Una hizo todo lo posible para que pase lo que no pasa. Y encima tenemos que soportar que se justifiquen con un: "es la primera vez que me sucede". ¿La primera vez y justo conmigo? ¡Pero va fangulo.!

La segunda categoría son los irracionales, y aquí también tenemos dos grupetes: por un lado los histéricos, que fueron mencionados en el texto de abajo, aunque puedo ampliar diciendo que se trata de señores cuya única finalidad en la vida es dejarnos en la constante espera. Y una se cansa de esperar, ¿vió?. Existe una variedad que son los histéricos virtuales, muy de moda por estas épocas. Dejan a las damas noches enteras sin dormir, esperando que aparezcan en la ventanita del msn, y cuando por fin llegan, te saludan como si las palabras de amor tan seductoras de noches anteriores las hubiese dicho otro.
Por el otro, encontramos a los narcisistas. Estos son los que se aman en extremos insospechados, pueden hacerte creer que les importas un poquito, siempre y cuando los admires hasta la locura. Se encuentran en un escalón superior a Dios, y las damas deben considerarlos así. Si una se cansa de tanta pavada, corren inmediatamente a buscar a otras que se den cuenta de su superioridad y así hasta el infinito. En general nunca concretan parejas porque las mujeres somos generosas, pero tenemos un límite.

Después están los imaginarios. Estos directamente no existen. O existen pero no como una se los imagina. Te hacen creer que son el principe azul pero destiñen en el primer lavado. Te dan una noche de amor y las siguientes roncan hasta la rotura de tímpanos. Te regalan un osito de peluche y te hacen pagar la cena. Te dicen que estás hermosa mientras le miran el culo a la señorita que pasa por delante. Son un poco más soportables, si una tiene años de terapia y mucha necesidad, claro.

Cada uno de los grupos a su vez, pueden combinarse entre sí pero todos salen de estos moldes.
Si usted está leyendo esto y es señor, seguramente pondrá el grito en el cielo tratando de corregirme, pero íntimamente sabe que tengo razón.
Si usted es señora, mis más sentidas condolencias.


noviembre 21, 2007

La conferencia maldita

El aviso estaba en un bolsillo de mi pantalón, producto de la costumbre de guardar todos los folletos que me dan en la calle, para convertirlos en anotadores (hasta ahí llega mi concepto de "reciclar").
En el reverso había una mínima descripción sobre las Terapias: De Crisis, De Conocimiento, De Búsqueda..., un número de teléfono y una dirección de e-mail.

Lo encontré precisamente cuando, con una mano ponía ropa a lavar y con la otra sostenía el teléfono, escuchando a una amiga que me contaba un problema. "¿No querés ir a la conferencia de un terapeuta que habla sobre lo que te pasa?", le dije. En ninguna parte decía que Gerardo Zgwang tuviera algún título, pero ese nombre suena a médico, ¿no?. "Bueno", me dijo. Y fuimos.

En el lugar había unas diez personas con cara de susto, que se miraban los pies. Nos sentamos en sillas de plástico e inmediatamente hizo su aparición el "doctor". Se presentó, leyó su currículum que incluía desde un master en la Sorbona hasta un título de dactilógrafo en Academias Pitman.
El tema del día era tratar de responder la famosa pregunta de Freud "¿Qué quieren las mujeres?". Me invadió un ramalazo de ternura por este hombre que se pasó la vida estudiando algo que cualquiera de nosotras podría haberle dicho en dos segundos: Las mujeres lo queremos todo y lo queremos ya. Parece que sus conocimientos no llegaron a lector de mentes, porque siguió hablando.

"Las mujeres tienen un común denominador que es el romanticismo, dijo. Sueñan que Richard Gere les golpee la ventana del dormitorio con un ramito de jazmines y les recite un poema." Me corrió un escalofrío por la espalda. Pensar en Richard Gere levitando hasta el tercer piso no es precisamente una imagen agradable. Es cierto que podría usar una escalera, pero en ese caso, Berta ya hubiese llamado a la policía y el pobre estaría en Devoto con sus flores marchitas. Por otro lado, ¿cómo le explico a mi marido que en mitad de la noche un tipo me golpee la ventana de nuestro dormitorio?. Definitivamente deseché la idea de la cabeza. Habíamos empezado mal.

"Tienen un componente masoquista, siguió. Aunque el hombre les ofrezca tranquilidad, siempre prefieren al rudo, al viril que las arrastre con él, que las ate a la cama y las maltrate en el sexo". Si, claro, pensaba yo. Eso es secuestro aquí y en la China. Flor de denuncia te meto si se te ocurre algo así. Además, los hombres rudos tienen olor a chivo, son panzones y en general pobres. Las mujeres queremos que sean rudos con los otros, pero tiernos con nosotras. Si son pobres, al menos que tengan la posibilidad de heredar una fortuna y eso de atarme a la cama me suena a conventillo con colchón sucio. Seguimos peor.

"Ellas suelen ofenderse cuando se les dice histéricas. Pero la palabra deriva de hister, que significa útero. Las damas tienen útero, no los hombres". Ahí me revelé. En la vida conocí más cantidad de tipos histéricos que mujeres. Son los famosos "te quiero pero no puedo, te toco pero no tanto, vos pero antes yo." Esos que te dejan hecha un trapo de piso, no por lo que hicieron, sinó justamente por lo que no hicieron, y por todo lo que hizo una por ellos al divino botón. Señoras que leen este blog ¿estoy equivocada?.
Lo más indignante, es que el "Licenciado", que seguía hablando como si hubiese dicho una genialidad, trataba de justificar nuestro supuesto comportamiento, diciendo que se debía a una descompensación física. A esa altura no me levanté y le dí un sopapo, sólo porque mi amiga es muy tímida y no hubiese soportado el bochorno.

La conferencia seguía con el caso de las mujeres mayores que prefieren parejas mucho más jóvenes que ellas. "Se trata de un retroceso. Les ocurre en épocas donde las señoras ven alejarse la juventud y necesitan recuperarla de algún modo. Las cirugías sólo las ayudan a verse con menor edad, pero ellas necesitan demostrarlo". Yo hacía fuerzas con mi mente para que el tipo leyera mis pensamientos: "Decime pedazo de tarado, ¿vos te crees que las mujeres somos idiotas?. Dale a elegir a cualquiera de las que estamos acá tener una aventura con el ferretero de la esquina de mi casa que cuenta unos setenta y pico o con el bomboncito hijo de la panadera que tiene 28, ¿con cuál te crees que nos quedamos?. ¿O la edad te anula el buen gusto?.

La charla siguió unos treinta minutos más, pero yo había levantado tanta presión que ya no la escuché. Cuando terminó quise acercarme al "erudito" para decirle unas cuantas verdades sobre su teoría, pero el señor demostró que sabe hacer lo mejor que les sale a los varoncitos: ante una complicación huyen.

Mi amiga salió más deprimida de lo que entró. Sólo por educación no me insultó, aunque su cara lo decía todo: "Gracias, no me ayudes más".

Ahora voy a probar con Umbanda, a ver que onda.

+Gracias Ernesto, que sería de vos sin mí.

noviembre 15, 2007

Un cacho de cultura

En uno de esos arranques de cultura que me agarran cada tanto, el martes pasado fui a la entrega de premios de un concurso sobre cuento y poesía realizado por una prestigiosa fundación que no pienso nombrar para que no se enteren los miembros integrantes y me prohiban la entrada a eventos futuros.

El acto se llevaba a cabo en un auditorio de la Biblioteca Nacional, y allí me dirigí bañada y perfumada para dar buena impresión a las señoras pitucas que asistían.

Elegí el asiento con cuidado, pensando en las ventajas de estar relativamente cerca del escenario, pero lo suficientemente lejos como para que no vieran mi cara las premiadas, sobre todo las poetizas. Si quieren saber porqué, pueden preguntarle a Dudita, que es nuestra Alfonsina Storni de la blogósfera.
Cuando uno más elige, peor es. Se los digo por experiencia. Adelante mío se instaló una señora mayor, muy mayor, que llegó protestando por los cinco escalones que necesitó subir para estar a su ¿disgusto?.

Como todo acto que se precie, inicia con algunas palabras de los directivos y algún miembro del jurado. En la sala había un niñito que dijo "mamá" dos veces. A la tercera, la señora muy mayor empezó a chistar como una bandada de lechuzas. El nenito se asustó y empezó a llorar. La señora dejó su chistido de lado para gritar que lo hagan callar, provocando ella misma que el resto de los concurrentes no pudiese escuchar nada. Una vez desalojada la sala de menores, se tranquilizó hasta que una señorita que se encontraba a su derecha, tuvo la mala idea de hacer un comentario a otra, en voz baja. Esta vez, la cuidadora de actos no se conformó con pedir silencio. Agarró a la chica por los hombros y la sacudió hasta despeinarla. Los concurrentes estabamos más interesados en saber si llegaba al punto de pegarle que en escuchar los discursos. Lamentablemente la chica se quedó quieta y no pasó a mayores.

Mientras tanto, estaban entregando los premios y menciones a Poesía. Concluído esto, se procedía a la lectura de las tres ganadoras, a cargo de una vieja actriz de nombre Silvia y por esas desgracias de la vida, muy amiga de una de mis tías. Entró caminando con unos tacos tan altos como ella misma, tratando de sujetarse de lo primero que encontrara para no caer, aunque para ser honesta, eso era justamente lo que todos esperábamos. Recitó el primer poema relativamente bien, aunque con lo pesado y aburrido que era, nadie hizo mucho esfuerzo por dedicarle atención. Pero al llegar al premiado, los hilos de tanta cirugía estética le hicieron contacto porque se puso como loca y lo declamó con tanto entusiasmo que parecía más un boudeville que una poesía. Además, esta obra tenía partes en inglés, que ella hizo inentendibles hasta para un traductor. Movía los brazos enloquecidos al grito de RAINAGAINOFDELAI y levantaba la cabeza al cielo como poseída.
A esa altura yo estaba descompuesta de risa, tirada debajo del asiento de la señora mayor, que se quejaba porque los tornillos del mismo estaban flojos, sin percatarse que eran mis espamos.
Acto seguido se procedió a entregar los premios de cuento y nuevamente Silvia subió al escenario. El primero (o sea, el tercer premio) era de una cubana con un sentido del humor sumamente desarrollado. Bah, como me gusta a mí. El último, una suerte de bodrio interminable, que hablaba sobre el mar y las gaviotas y las focas... Parece que por entonces ella estaba aburrida, porque su voz se volvió monótona y al final uno no sabía si hablaba sobre Mar Chiquita, sobre el Caribe Venezolano o sobre las costas del Océano Indico.

Cuando por fin finalizó la tortura de la lectura, pasamos todos a una sala donde se ofrecía un brindis, cosa que por supuesto, no pensaba perderme. Mientras hablaba tranquila con mi tía, la actriz apareció cual diva de Hollywood, parando, sonriendo, saludando y buscando a alguien que le preste atención... ¡Y fue ahí donde me vió!. Juro que se me atragantó el espumante que estaba tomando cuando la escuché gritar ¡¡¡GINGEEEEEEEEER ESTAS HERMOOOOOOOOOOOSAAAAAAAAAA!!!, mientras los demás se daban vuelta y buscaban a la "hermosura".

No recuerdo si me despedí de las personas con las que hablaba, lo último que tengo en la memoria fue huir desesperada antes que me cuente a los alaridos sobre su hijo, actor y cantante desconocido.

La próxima vez que decida ir a uno de estos eventos, voy a asegurarme que ella no esté. Esto me pasa por pertenecer a la farándula.


*Con cariño para las chicas de la Fundación. Ellas saben.

noviembre 13, 2007

Las mujeres también sufren

Dentro de poco tiempo (algo así como un mes) deberé pasar por una cirugía que terminará con la lotería que ofrece como premio saber cuando seré definitivamente menopáusica.

La decisión la tomé después que el médico probara conmigo todas y cada una de las medicinas que ofrecen los ochocientos laboratorios farmacéuticos que pueblan este humilde país. Aparentemente, este hombre entendió mal una conversación que tuvimos hace años, cuando le comenté mi intención de ser conejita de Play Boy y me usó como conejita, pero de Indias.

Empezó dándome estrógenos. Como quiero saber todo, pregunté que efectos tenían:
- Los estrógenos dependen de cada mujer, me dijo. En algunas son muy efectivos y en otras no sirven. Previenen el Alzheimer pero provocan demencia senil. Pueden darte cáncer, pero evitan los infartos, aunque en algunos casos generan las dos cosas. También son buenos contra la oteosporosis, aunque aumenta el riesgo de ataque cerebro vascular. ¡Tomalos tranquila!.

Los estrógenos me sacaron pelos en la barbilla, me aumentaron los calores, me secaron desde la boca hasta ahí abajo, pero solucionarme el problema, ni por casualidad.

Así que pasamos a las progesteronas. Nuevamente quise saber de qué se trataba y otra vez el médico quedó afónico explicando:
-La progesterona regula el período menstrual, pero aumenta la retención de líquidos forzando el riñón que termina creando cálculos y si no se pueden eliminar en forma natural, hay que sacarlos mediante cirugía. En algunos casos, algo así como el 99%, tiene cierto efecto depresivo sobre el ánimo, y también aumenta el ritmo respiratorio que lleva a una taquicardia de moderada a intensa. ¡Esto seguro que funciona!.

Otro año más tarde, después de tomar un vaso de agua, la panza me crecía como un embarazo de nueve meses, pero la causa de mi desgracia seguía muerta de risa.

En la siguiente visita aceptó que nada había servido, pero insistió en una nueva batería de hormonas lanzadas por el laboratorio Piringuito, que estaba en etapa de pruebas, pero prometía excelente resultados, siempre que una ignorara los efectos secundarios, como volverme la mujer barbuda del circo, adquirir cuerpo masculino y cambiar la voz de soprano por una de barítono. Todos y cada uno de sus vaticinios se cumplieron, excepto la cura al problema.

Volví a consulta al grito de ¡Quiero mi menopausia ya!. Me miró por encima de sus lentes, se asustó de mi aspecto de loca suelta, producto de tanto químico acumulado en mi cuerpo, y dijo: la otra opción es la cirugía. ¡¡Ya mismo!!, le dije, aunque con los antecedentes pasados, bajé la voz y pregunté por las consecuencias.
Ninguna, me contestó.

Pensé en los años de sufrimiento, en la fortuna regalada a la farmacia de la esquina, en los pelos, la panza, los dolores...
Sobre su escritorio había un pisapapeles de mármol con un hermoso logo de Laboratorios Roche grabado en el frente. Lo levanté con cuidado y se lo clavé en la cara con todas mis fuerzas. Cuando salí le sangraba la nariz y había perdido cuatro molares, pero aún así no lo saludé.

A fin de mes me opero.

noviembre 09, 2007

La Biblia versión porteña

Si algo me pone loca son las historias de la Biblia. Esas que los curas cuentan como parábolas y a mi me suenan a verso. Y encima son incitaciones al delito. Al delito mío, que si un hijo me hace lo que, por ejemplo, le hizo el pibe del hijo pródigo al progenitor, lo reviento a patadas.

Hace unos días estaba sentada en un bar mientras esperaba que llegara la hora para una reunión de trabajo, cuando se acercó un muchachito con un libro en la mano, tratando de evangelizarme. Como andaba peleadora, cosa que me pasa cuando me complican la vida con horarios cortados, acepté la charla.

Antes que pudiese hablar, lo ataqué preguntando si a él le parecía bien que un padre no tuviera conciencia de los límites que deben ponerse a los hijos, y aceptara que uno que se gastó la fortuna familiar en cabarets, vuelva lo más campante y encima, lo reciban con una fiesta, cuando el otro pobre que sudó la gota gorda carneando chanchos, sin tocar el cuerno (o el instrumento musical que estuviera de moda en el Antiguo Testamento) a la hora de la siesta, y que no lo llamara viejo choto adelante de los vecinos, se quedara sin nada por culpa del dilapidador.
El pibe me miró, se sentó con cara de paciente y me dijo:
- "A ver, doñita, ¿usté tiene hijos?"
- "Dos", le contesté preparando la defensa sobre mi rol educativo.
- "Bueno, ¿alguno le da a la merca* o al chupi*?"
- "¡Vade retro satanás!" grité. "Que ni se les ocurra o los asesino."
- "Pero imagínese que el chabón* se chupa hasta el agua de los floreros, y un día se va de su casa, y a usted la llaman del hospital Argerich para decirle que el flaco está dado vuelta. ¿Qué hace?, lo va a buscar y se lo lleva de nuevo. ¿Y no le hace una fiesta porque lo recuperó?"
- "¿Fiesta?", le contesté con los ojos inyectados en sangre. "¡Primero le desfiguro la cara y después lo mando a laburar a la zafra*!"
El pibe entendió que no iba a lograr mucho con ese cuento, pero su mandato era evangelizarme, así que cambió a otra historia, buscando una que le resultase más fácil de explicar (me).
-"¿Y la del trompa* que buscaba laburantes* se la sabe?"
Me quedé pensando en mi jefe que echa a dos recepcionistas por mes, pero después caí en la cuenta que no podíamos estar hablando de la misma persona, así que dije simplemente, "no".
- "Esa", me dijo el pibe, "la que el tipo tenía un laburito* y tomó a tres flacos. A uno lo hizo negrear* desde las ocho hasta las doce, al otro desde las diez y al tercero lo tomó a las doce menos cuarto así que se rascó los quince minutos. ¿la tiene?"
- Sólo me salió un "mmmmmmm", cosa de no arriesgar.
- "¿Y sabe lo que hizo el quía*, doñita?", siguió el chico. "¡Les pagó a todos la misma guita*!"
No pude con mi genio y salté indignada: "¡Pero ese tipo es un injusto! ¡Si yo fuera el primero, llamo al sindicato y hago la denuncia! ¡Y después voy al Defensor del Pueblo y me quejo! ¡Y encima le hago un juicio por explotador!"
-"¡Ay no, señora!" (a esta altura el chico entendió que el "doñita" ya no era para mí. Eso está reservado a gente con cabeza menos dura). "Lo que quiere decirle acá la Biblia es que no importa cuanto le garpe* el quía, sinó que Dios después les va a grapar a todos."
Algo en mi mirada asustó a este muchacho, porque a modo de despedida me dijo: "Deje nomás, la Biblia no es para usté." Y se fue rápido hasta... no sé donde.

Si estos son los caminos que tiene el Señor para evangelizarme, quisiera pedirle que fuera más claro. No pido un teólogo, pero por favor, que me mande uno que no hable lunfardo.


Lunfardo aplicado para extranjeros.
*Merca: droga
*Chupi: consumo de bebidas alcohólicas
*Chabón: hombre, varón
*Zafra: cosecha de caña de azúcar
*Trompa: Patrón, empleador
*Laburantes: trabajadores
*Negrear: trabajo esclavo
*Quía: Persona. Referida en este caso al empleador
*Guita: dinero
*Garpe: pago

noviembre 07, 2007

El agujero negro de mi vida

En mi casa convivimos cuatro personas, un gato y un agujero negro; algo así como una especie de Aleph dañino que recorre la casa robando compañeras de medias, llaves, anteojos, aros, y en alguna oportunidad hasta se tragó un martillo.
Traté de vencerlo de distintas maneras y el desgraciado me gana siempre. Por mucho que guarde cada cosa en su lugar, me descuido y ¡zas!, desaparecen.
Un poco cansada de tanta derrota, me dediqué a exorcizarlo con magia: empecé con sahumerios. Los prendía de a pares y los paseaba por todos los ambientes recitando el conjuro que trae escrito en el sobre donde se venden, pero lo único que logré fue que mi casa pareciera un ahumadero de pescado, y termináramos todos con dolor de cabeza.
Seguí con los santos buscadores conocidos. Primero con Pilatos, del que soy amiga desde la infancia. Agarraba un pañuelo y le ataba nudos bien apretados al grito de "Santo Pilato, las bolas te ato, si no aparece (acá iba la cosa perdida en ese momento) no te desato". Parece que a ningún varoncito, sea santo o no, le gusta que le aten las bolas, porque lejos de llevarme el apunte, Pilatos me hacía desaparecer el otro compañero del par ausente. Insistí hasta que el pobre quedó con orquitis y yo con todos mis pañuelos llenos de nudos. Después fui por San Expedito. Puse una estampita suya en la heladera y ante la necesidad, le rogaba "San Expedito, que aparezca lo que necesito". Pero el Santo bajaba la vista mirando al cuervo procastinador y me ignoraba por completo.
Un día descubrí los palitos de Sai Baba. Para ser honesta, me dió un poco de impresión eso que le salga cenizas de los dedos, pero si era efectivo no me interesaba. Total, el que se quema es él.
Por otro lado, Sai Baba no me conocía, así que no podía tener nada en contra mía. ¡Debía ayudarme!. Supongo que los santos le pasaron el chisme, porque lo único que logré fue dejar el piso sucio: el agujero negro seguía con sus andanzas, cada vez peores. A esa altura ya me había desaparecido el inflador de la bicicleta.
En la misma casa donde vendían los palitos, había un Buda milagroso. Sólo tenía que ponerlo de espaldas hasta que se cumpliera mi pedido. Esto fue hace tres años y el Buda sigue mirando la pared.
En definitiva, acepté vivir con mi agujero negro. Hasta la puse nombre: se llama Nadie. Cada vez que preguntan quién agarró.... (las llaves, las medias, los aros), todos contestamos al unísono: ¡¡Nadie!!.



noviembre 01, 2007

Lo que ellas dicen

Sonia me dijo: "algún día voy a publicar nuestras charlas por chat". "Ajá" le respondí.
Como hablamos entre cinco y seis veces por día en el talk y otras tantas por teléfono, agarré cualquiera al azar. Así se sacan la intriga, porque la mayoría son parecidas.
Es que nos queremos tanto....




Por alguna razón no salió la despedida, pero no era nada del otro mundo, ella me deseaba que muera pronto y sin dolor y yo que se desnuque en la bañadera. Cosa de todos los días, bah!



Gracias Welt por hacerme el cosito este y Teta por enseñarme a subirlo.