No me asustaba ir al médico. Lo que me daba pánico era el cuadro de la mujer pidiendo silencio a la entrada del sanatorio. Cada vez que preguntaba quien era, mi mamá respondía "es Rosa López, de joven".
Rosa Lopez era una señora que pasaba los 60 y trabajaba como enfermera hacía tantos años que nadie podía imaginarla teniendo una vida ajena a ese lugar. Y cuando digo "lugar" no me refiero a la clínica, sinó al cubículo donde se dedicaba a hervir en una olla gigante, jeringas de vidrio y agujas de todos los tamaños.
Para mí, Rosa López era sinónimo de inyecciones.
Usaba una cofia en la cabeza y mocasines blancos, le sobraban muchos kilos y siempre se quejaba de dolor de piernas. Nunca la escuché diciendo una palabra amable a nadie, hoy intuyo que ella gozaba con la cara de terror que poníamos los chicos cada vez que se nos acercaba.
Una vez, yo tendría 8 ó 9 años, viajamos a Santa Fe porque uno de mis tíos estaba internado en el Hospital Cullen. El lugar era para mis ojos, inmenso. Pasamos consultorios, pasillos, escaleras hasta llegar a la sala de internación, y grande fue mi sorpresa cuando, al lado de la puerta ¡estaba la foto de Rosa López!.
Desde ese día empecé a mirarla con respeto. Lo primero que hice al volver, fue contarle a mis amigos que Rosa era famosa. Que la conocían en el hospital de Santa Fe, y vaya a saber donde más. Todos queríamos colgarnos de su fama. Empezamos a visitar el sanatorio con cualquier excusa, solo para hablarle. "Rosa, mireme la mano, que me golpeé con el manubrio de la bici" "Rosa, me tragué un chicle". Competíamos por ver quien pasaba más tiempo con ella. Un día hasta la acompañamos a su casa. Vivía con un hijo discapacitado y no dejaba entrar a nadie, pero nos ingeniamos para llegar hasta el comedor.
Tenía una mesa de madera oscura y un aparador lleno de figuras de porcelanas, pero la foto que la lanzó a la fama no estaba por ninguna parte. Colgaba de la pared un cuadro ovalado donde se veía a dos personas el día de su casamiento. "Deben ser los padres" nos dijimos unos a otros, sin animarnos a preguntar. Las diferencias entre esa señora y Rosa López pidiendo silencio eran muchas.
Tiempo después, Rosa se jubiló y murió. El hijo discapacitado quedó a cargo de una hermana y nunca más me acordé de ella.
Nunca más hasta hace dos o tres días que la ví en televisión. Era un informe sobre el estado de los Hospitales en la Argentina. El locutor decía: "Hasta los cuadros son viejos, miren sinó esta foto del año 1950".
Y fue entonces, lo juro, hace dos o tres días, que me dí cuenta que Rosa López nunca fue famosa.
# posteado por Ginger : 10:52 a. m.
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