Esta semana no verán demasiado mi letra. Un poco porque a mi señor jefe, siempre tan oportuno, se le ocurrió taparme de trabajo, y otro porque el próximo sábado vamos a hacer en casa una fiestita para celebrar el cumpleaños de mi hija. La fiestita es sólo para la familia más íntima, o sea, sesenta personas. No, no es un chiste. Si tuviera que juntar a todos los parientes superaríamos los ciento cincuenta.
Los preparativos me tienen a mal traer. Mi hija es la originalidad en persona a la hora de elegir (como ejemplo, a los cinco años pidió de regalo una alfombra, a los seis una mesa de luz laqueada y a los siete un espejo ovalado de pie) y se le ocurrió como souvenir vacas. Le ofrecí mariposas, hadas, velas y todas las porquerías que se regalan en los cumpleaños, pero no. Ella quiere vacas. Al principio decidí hacerlas yo: empecé con papel maché, seguí por porcelana fría y después de sufrir cargadas tipo: "te agarró complejo de Art Attack" me dí cuenta que lo mío no es la manualidad. Al final caminé dos días seguidos hasta encontrar los buscados bovinos. También tuve que pensar en alimentar a los invitados, (lunch, postre, torta, bebidas, café), decorar medianamente el espacio donde vamos a estar los 60, unos arriba de otros (tipo orgía, vió?), contratar un showman porque baile no va a haber (únicamente en la escalera, ¿dónde sinó?), alquilar vajilla, mesas, sillas, gas helio para inflar globos con forma de corazón, buscar dos mozos en lo posible de confianza, comprarle ropa decente porque todo lo que tiene son jeans tres talles más grandes que el suyo, aleccionar al padre y al hermano para que traten de parecer gente normal, etc.
En la próxima entrada les prometo fotos de como quedó todo. Siempre y cuando sobreviva, claro.
# posteado por Ginger : 4:30 p. m.
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