Los invitados iban llegando y yo los recibía con una sonrisa petrificada. El protocolo establecía que una vez que arribaran todos, la niña bajaría las escaleras saludando cual diosa de Hollywood con este tema musical:
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Pero ya se sabe, con mi hija no hay ritual que valga.
La Cumpleañera
Cualquier niña de 15 sueña con estar en su fiesta vestida con tules rosados, maquillaje casi imperceptible y zapatitos como Cenicienta. Cualquier niña que no sea la mía, claro. A fuerza de coacción logré que no se pusiera jeans, pero eligió para la ocasión ropa ¡negra!, botas y make up onda dark. A los diez minutos de llegado el primer invitado, sin previo aviso, sin música ni nada, se aburrió de esperar y bajó la escalera para recibir ella misma a los próximos, mientras en el equipo de música sonaban temas de Ashley Simpson. El resto del tiempo se la pasó saltando y bailando con sus primas mientras los demás comíamos y tomabamos todo lo que los mozos amablemente iban dejando sobre las mesas. Del vals ni hablar y mucho menos de sentarse medio minuto a saludar. Fue exactamente lo opuesto a cualquier agasajada de fiesta tradicional. Solamente después de apagar la vela, por propia iniciativa, decidió pedir un aplauso para todos porque como ella misma dijo: "esta fue una fiesta cooperativa".
Los InvitadosLa primera fue la abuela, que no paró de tocar todo el decorado para comprobar la calidad del mismo. El resto fue llegando con espacio de cinco minutos cada uno y a pesar de la lluvia (sí, porque llovía torrencialmente) traían espíritu festivo. Se fueron acomodando por familias pero se hablaban entre todos a los gritos de un extremo a otro de la habitación. Cada tanto se ponían a cantar los temas que sonaban (les envidio el oído) y lo acompañaban con palmas. Los adolescentes huyeron al comedor diario para aspirar gas helio y hablar finito (¡vamos!, ¡no me digan que ustedes nunca lo hicieron!). La comida y la bebida seguía apareciendo y desaparecía con la misma rapidez.
El magoEn mi casa es una tradición que cuando hay fiesta, se llama a un mago para animarla. Personalmente porque me encanta, pero además descubrí que todos lo disfrutan. A este no lo conocía, vino por recomendación y nos hizo llorar de risa durante cuarenta y cinco minutos. Todos eran trucos participativos sumamente divertidos, para chicos más chiquitos (nunca falta la palomita que sale de la galera) hasta el picaresco de adultos.
(El ilusionista es el de chaleco colorinche, el de celeste es el tío Pancho que nunca pudo mantener parada la varita).
La BandaComo ya les conté, la banda empezó a ensayar a las dos de la tarde. Para las tres de la madrugada suponíamos que estaban preparados, y bajo la lluvia fuimos a escucharlos. Nunca, pero nunca tocaron el feliz cumpleaños, sin embargo nos deleitaron con unos hermosos y extraños sonidos que jamás pudimos descubrir a que canción hacían referencia. En fin, lo que vale es la intención. Eso sí, desde el sábado ningún vecino me dirige la palabra.

Final de fiestaAlrededor de las cuatro de la mañana Julia apagó la vela, le cantamos el feliz cumpleaños, las chicas y los chicos tiraron las cintitas, (atención: la sal gruesa es mortal para el parqué), bailamos donde pudimos (afuera llovía y llovía), tomamos champagne, los hombres fumaron habanos y para las seis se fueron los últimos.
A esa hora había chicos durmiendo hasta en la bañadera. Terminamos cansadísimos pero felices porque pasamos una noche muy divertida.
Lo que más me gustó de esta fiesta fue la participación. Pero no sólo de los que vinieron, sino de ustedes, que se preocuparon en ayudarme con lo que podían, desde sugerencias hasta cosas concretas como mandarme música por e-mail (gracias Bernardo y Elteta). Así que desde acá y copiando a mi hija: ¡un aplauso para todos!.
# posteado por Ginger : 8:51 a. m.
haloscan |

