Mi amigo Javier siempre me llama "alma de Celestina" porque a cada historia que me cuenta, yo la traduzco al romanticismo.
El nombre no me desagradaba dado que todo lo que sabía de esta obra me lo había imaginado. Para mí, Celestina era una jóven y bella señorita a quien todos querían y confiaban sus secretos, y ella, de puro buena que era, les hacía "gancho" a las parejas porque no soportaba un mundo sin amor (acá Javier diría: ¡qué cursi!).
Resulta que me puse a buscar una síntesis (ni loca me leo el texto completo), sólo porque todavía no se me había ocurrido un final acorde a mi invención, y terminé descubriendo que, lejos de ser un halago, actuar de Celestina es casi una vileza. Miren sinó:
Había una vez un tal Calisto, cuyo nombre me suena a ruda así que me lo imagino bastante feíto y oloroso, que tenía mucha plata y confiaba ciegamente en el dicho "billetera mata galán", que un día fue a comprar verduras al campo y conoció a una chica que vendía lechuga. Melibea no era pobre, pero parece que estaba juntando plata para ponerse extensiones en el pelo, tan de moda en la época. Cuando el joven caballero la vió, dijo "Listo Calisto" y se la quiso levantar, pero la doncella lo sacó corriendo al grito de "lavate sucio". Cuando llegó a la casa le contó a su criado sobre tal desventura (en esa época todavía no se habían inventado los psicólogos) y éste, rápido para los negocios, le propuso por una módica suma, llamar a la vieja alcahueta que vivía en la esquina, Celestina, famosa tarotista de la zona, para que lo ayude a cumplir sus deseos pasionales. Después de convenir el precio, la vieja se tomó un remis hasta la casa de Melibea, y haciéndole creer que tenía la presión alta (la gente era muy confiada en esos tiempos) se le instaló a la chica y la convenció para que le diera bolilla a Calisto, luego de contarle que el ajo en ayunas no era remedio suficiente para su dolencia, y que el galancete, único distribuidor en la zona de Alplac, se negaba a darle el remedio si la señorita no cumplía con su requerimiento amoroso. Se conoce que Celestina era buena trabajando la culpa ajena, porque la chica le tuvo lástima y aceptó salir a pasear en el carruaje coupé con doble tracción de Calisto, obviamente después que éste depositara el importe acordado en la cuenta bancaria de la falsa hipertensa. El criado que también estaba metido en el fraude, empezó a reclamarle a Celestina su parte, pero la vieja lo tenía con que hoy no abre el banco, con que me quedé sin chequera, y así haciendose la sota, hasta que Sempronio (pobre, semejante nombre) se hartó y le partió un banco por la cabeza, pero se olvidó de borrar las huellas digitales del arma homicida, fue descubierto rápidamente y en un tiroteo con la ley, cayó muerto.
Mientras tanto Calisto no se conformaba con un paseo solamente, así que no tuvo mejor idea que llevarse una escalera y trepar al dormitorio de la chica para darle "una sorpresa". Lo que no sabía era que las maderas estaban podridas justo en el último escalón, y cuando lo pisó, se vino abajo de cabeza, lo que le provocó fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica muriendo casi al instante.
Melibea escuchó ruidos y quiso ver que pasaba, pero un jacarandá le tapaba la visión, así que se subió a la torre de la casa y se asomó, con tal mala suerte que el peso de las extensiones la tiró para abajo y ella también terminó fenecida.
El padre de Melibea hizo decapitar al peluquero, porque sí.
La próxima vez que Javier me diga Celestina, lo emboco.
Último momento: miren quién volvió.