Como muchos de ustedes no conocen la historia ni el porqué del Comando Banchero, les voy a contar de qué se trata este grupo chiflado que nació por nostalgia y que cada día es más grande.
Hace tres años, un argentino que vive en Barcelona, un poco para extrañar menos y otro poco porque le sobraba el tiempo, abrió un blog al que llamó
Weblog de una Mujer Gorda.
De todas partes del mundo, otros argentinos y algunos españoles fueron llegando casi en un boca a boca (o mejor dicho, en un e-mail a e-mail) a leer las aventuras de una señora mercedina (Mercedes es un pueblo argentino) y de su familia. Poco tiempo después el autor empezó a escribir otro blog, pero éste más personal, que denominó
Orsai. Los mismos lectores del primero, se hicieron eco del nuevo y empezaron a formar un círculo de comentaristas sobre los textos publicados. Al principio con cierta timidez, luego sintiendose casi como en su casa. Por esa época todo era una fiesta, más allá de los maravillosos y en muchos casos referenciales post, leer los comentarios era tan o más divertido que la misma letra. El tiempo pasaba y mayor era nuestra participación, que por supuesto, Hernán compartía y alentaba. Ya su casa era la nuestra y su hija la sobrina de todos. Así nos entreteníamos luchando contra invasores foráneos, generabamos logos para el título, armabamos negocios delirantes (llegamos a vender medias levitantes) y nos sacabamos chispas a la hora de ser ingeniosos en nuestros aportes. Mientras tanto nos ibamos conociendo un poco mejor, y abandonabamos cualquier trabajo entre las dos y las cuatro de la tarde para juntarnos en un chat privado (el gallinero). Acompañamos a Hernán en sus nuevos proyectos y le hicimos el aguante siempre. Por esa época ya queríamos vernos las caras, así que lentamente nos fuimos conociendo en vivo. Pero un día llegó la hecatombe. Medios masivos pusieron sus ojos en este argentino loco que convocaba a otros locos iguales y Casciari saltó a la fama . De ser el chico mercedino se transformó en el gurú de los bloggers. Premios, menciones, reportajes estaban a la órden del día. Nos alegramos casi como si hubieramos sido nosotros mismos. Pero la fama también trae otra parte: ahora cualquiera que leyera un diario o escuchara una radio sabía de la existencia de Orsai. De este modo se fueron integrando nuevos comentaristas que no supieron, pudieron o quisieron comprender la mecánica de esta página, que justamente tenía como característica ser distinta a cualquier otro blog, porque era un poco de todos. De pronto los comentarios pasaron a ser demostraciones de cuan inteligente o buen escritor suponía que era quien los escribía. No había respuestas ingeniosas, ni compases divertidos entre comentaristas. Ahora todo era una competencia de egolatrías. No todos eran así, por supuesto, pero en la multitud nos era difícil reconocer y compartir con los iguales.
Nosotros, los antiguos, los históricos, empezamos a sentirnos que nos habían dejado sin techo. Ya Orsai no era nuestra casa. Sin embargo la amistad que había nacido allí se mantenía, y era una alegría reunirnos algunas veces en una pizzería del centro de Buenos Aires llamada Banchero.
Después, cada uno de nosotros fue abriendo su propio blog, recibiendo visitantes y haciendo nuevos amigos. Pero ninguno quería perder aquello que tanta felicidad nos había dado y a muchos nos sacó del letargo en el que vivíamos. Así que decidimos formar nuestro propio Orsai. El de los viejos, el de los que entrabamos por la puerta de la cocina. Y armamos el Comando, que no es otra cosa que un grupo de nostálgicos con ganas de pasarla bien. Adoptamos el nombre del lugar que nos vió nacer: Banchero, y ahí todos somos los que fuimos, aquellos que no dejamos de reirnos de nosotros mismos junto a Hernán. Y el gordo, por supuesto, no falta nunca a las reuniones.