Alguna vez les pedí consejo para ahuyentar la
mala suerte que me perseguía en mi antigua casa. También les comenté que la inquilina anterior practicaba ritos esotéricos y durante cuatro años no pude eliminar cintas rojas y restos de vela negra esparcidos por todos lados. Por supuesto, siempre me tomé en broma estas actividades y atribuí las roturas de caños, humedad y demás, a la edad de la propiedad: más de sesenta años.
Casi un mes después de mudarme vengo a descubrir mi error. Estos accidentes no se debían al deterioro sinó a la presencia de un espíritu maligno que convivió con nosotros todo ese tiempo. ¿Y cómo me enteré? Simple: me lo dijo una ex-vecina.
La situación se dió mientras trataba de dejar en condiciones el jardín; debíamos entregar la llave a su propietaria y a mi no me gusta que digan "mirá como está todo lleno de yuyos. Seguro que esta era una mugrienta". Así que bordeadora y rastrillo en mano, me encontraba en medio de una maraña de pasto recién cortado cuando se cruzó la hija de una nueva ex-vecina, la misma cuyos perros se comían las
medialunas del panadero. -
"Hola", me dijo
"¿puedo hacerte dos preguntas?". -
"Por supuesto", le respondí.
"Que te las conteste es otro precio". -
"Jiji" sonrió.
"Mirá, mi mamá y yo queremos alquilar esta casa. ¿Podré hablar con el dueño?" -
"Claro, dejame tu teléfono y les digo que te llamen", contesté tratando de sacármela rápido de encima porque me faltaba mucho para terminar y presentía una larga charla. -
"Ya te lo doy, pero antes, otra cosita" Seguro quiere saber el precio del alquiler, supuse. Le voy a decir una cifra altísima para que huya despavorida. -
"Piden como dos mil pesos", me adelanté. -
"No, eso no importa. Yo arreglaría con ellos. Lo que quiero saber es si es verdad que esta casa está embrujada, porque de ser así no la alquilo." A ver. Si a ustedes se les acerca alguien con cara absolutamente seria y les pregunta si viven con los espíritus de El Resplandor, ¿que contestarían?. Mi primer reacción fue de incredulidad. Cuando me dí cuenta que la señorita estaba convencida que su estado mental era normal, sólo atiné a decir lo siguiente: -
"Es verdad. Nos teníamos que atar a la cama de noche, porque nos entraba un impulso irrefrenable por matar vecinos". Lo peor fue que lo creyó en serio. Me miró alarmada y dijo: - "
¿Y también se te caían los cuadros, las sillas aparecían dadas vueltas y escuchabas ruidos de cadenas y gritos?". -
"Ah, sí, sí". Le dije. "
Los cuadros no sólo se caían, también cambiaban. Fijate, yo tenía un Soldi auténtico y después me encontré con una triste lámina de imitación. Cada vez que mi marido se sentaba en una silla, terminaba con el culo en el suelo. Seguro que algún fantasma le desajustaba los tornillos. Eso sí, yo gritos no escuchaba, en realidad los que oían eran las personas que viven en las casas contíguas: una voz chillona decía algo así: ¡¡JULIA, PENDEJA DE MIERDA, TE DIJE QUE SEQUES EL BAÑO DESPUÉS DE BAÑARTE!!. Los pobres se pegaban cada susto!" A esta altura, la chica no sabía si le estaba tomando el pelo o le hablaba seriamente. Los ojos le giraban como ventiladores, y sólo repetía:
"me parece que mejor nos vamos a otro lado". Antes de marcharse, se me ocurrió preguntarle quién había divulgado las intimidades de mi familia de un modo tan grosero. -
"La antigua inquilina", contestó.
"Me dijo que ellos se fueron porque la casa estaba poseída por un espíritu maligno que había muerto aquí de manera trágica y quería vengarse de quienes habitaran esta propiedad". Me dió tanta rabia que tiré el rastrillo y cerré la puerta de un golpe. ¡Habrase visto, fantasma desgraciado!. Cuatro años viviendo gratis, sin pagar su parte correspondiente del alquiler.