Rodeando mi pueblo existen varias colonias. Estas son asentamientos de personas que se dedican a determinadas actividades, en su mayoría al tambo. Así está La Alpina, Nueva Ceres, etc. Dependen administrativa y comercialmente de la ciudad madre, pero la gente que vive en ellas suele salir poco de allí. No se trata de indigentes, al contrario, son terratenientes y trabajadores que eligieron esa manera de vivir.
Una de ellas era la viuda de Truco. Dueña de unas miles de hectáreas, cabezas de ganado y campos de siembra, la señora tenía tres hijos varones y una mujer. Su principal característica era la avaricia. Posiblemente fuese la más rica de la zona, aunque comprase zapatos nuevos cada diez años. La hija mujer era soltera, casi solterona, y sorprendió a todos el día que presentó un candidato con firmes intenciones de casamiento. Aunque muy culto y educado, el novio no parecía tener solvencia económica, por lo que la madre puso el grito en el cielo. La hija, viendo su útlima posibilidad de conquista, dejó la sumisión de lado e impuso su voluntad. Se casó con Medrano y todos compartieron la casa materna.
Pocos meses después el conyuge habló por primera vez del tesoro del Virrey Sobremonte. Cuenta la historia que durante las invasiones inglesas, Sobremonte huyó a Córdoba cargado con una inmensa fortuna en joyas, que escondió a mitad de camino con la intención de recuperar en un momento más propicio. Hasta entonces se creía que el mismo fue depositado en uno de los tantos monasterios jesuíticos que quedaban a la vera del camino, pero Medrano insistía que no había sido así. Según estudios, que juraba había realizado, el tesoro estaba escondido en el lecho del Arroyo Las Garzas, un canal que cruza la provincia de Santa Fe y limita con Córdoba.
Su firme propósito era encontrarlo, según le dijo a la suegra, pero para ello necesitaba el capital necesario para tremenda aventura. La viuda no estaba dispuesta a soltar una moneda hasta el día que el yerno logró convencerla de la veracidad mostrandole documentos de la época y cartas de Sobremonte, con su firma y sello. Aún con desconfianza, aportó una importante cantidad de dinero para la búsqueda. Partió Medrano con tres hombres de confianza y durante dos meses nadie supo de él. Sin embargo, y para acallar las malas lenguas que hablaban de estafa, volvió un día con un cofre pequeño, en el que traía un anillo de sello con las iniciales de Sobremonte, algunos collares y cadenas de oro. La suegra no daba crédito a lo que veía, y mucho menos cuando Medrano le dijo que era una ínfima parte de la riqueza escondida. La discusión comenzó cuando la viuda reclamó el tesoro para sí y el yerno contestaba que era suyo. Según sus cálculos, por la cantidad de piedras preciosas y alhajas, valuado en más de diez millones de pesos fuertes.
Después de varios días de peleas llegaron a un acuerdo: Medrano entregaría la totalidad de la fortuna a su suegra a cambio de dos millones de pesos, todo en el más absoluto de los secretos, porque de descubrirse, el estado se quedaría con él. Y nuevamente partió el hombre con carros y caballos a buscar la fortuna escondida mientras la viuda de Truco hipotecaba campos, vendía ganado y aceleraba la cosecha para juntar la millonaria suma, que en poco tiempo se quintuplicaría. Asimismo construyó un compartimiento secreto debajo del piso de su cama para guardar las joyas e ir vendiéndolas de a poco, para no despertar sospechas.
Un mes después el cargamento llegó a destino con cinco baúles cargados. La viuda revisó , miró y una vez conforme entregó la suma convenida al yerno.
Todos se extrañaron cuando el hombre no volvió del pueblo al día siguiente, pero la codicia pudo más y la viuda agradeció a la Virgen el abandono del marido de su hija, aunque esta quedara sola. Tenía asegurada enfermera para su vejez.
La hipoteca de los campos vencía y había que levantarla, así que la señora empezó a vender las joyas. Por las primeras le dieron poco dinero, porque el joyero descubrió que el anillo de Sobremonte era un aro de plomo bañado en oro, fraguado poco tiempo antes. La desesperación empezó a pintarse en la cara de la viuda, cuando en un acto límite llevó los cinco baúles para cotizar. Diez pesos con quince centavos le ofrecieron por los pedazos de vidrio que imitaban rubíes y esmeraldas, las perlas eran cañicas esmaltadas y los collares de oro falso, aunque muy bien confeccionados.
La viuda pasó de ser fabulosamente rica a la más pobre de la zona, cosa que su corazón no pudo aguantar y murió poco después. La hija, abandonada por su marido, enloqueció y cuentan que vagaba por los campos gritando el nombre de Medrano entre vacas y cerdos.
De Medrano no se supo más, aunque algunos dicen que lo vieron en Córdoba, ejerciendo como médico y jurando haber descubierto un remedio que curaba todo tipo de males, que se vendía como pan caliente.
Y aquí termina la historia de Baigorri Velard, Arenas, Medrano y cuantos nombres usara en sus múltiples estafas. Un ladrón ingenioso, aunque ladrón al fin.
# posteado por Ginger : 8:28 a. m.
haloscan |