Según las estadísticas, Argentina es uno de los países con mayor población que concurre a un analista, sea este psicólogo, psicoanalista o psiquiatra.
La única vez que pasé por uno de ellos fue ante una necesidad concreta y a las pocas sesiones me harté que la profesional insista en que mi vértigo se debía a "problemas no resueltos de la infancia", aún cuando yo juraba y rejuraba que mi niñez fue de lo más divertida y sin complicaciones. Poco tiempo después mi mal se solucionó con diclofenac: era un tema de contractura muscular. Desde entonces decidí que mi Ego fue, es y será despatarrado y autodidacta, y que los analistas se pierdan sus teorías en el ... sofá.
Pero a la larga una termina sintiéndose "rarita" por no seguir los mandatos modernos. Aquellos que acuden como manadas al sillón del psicólogo empiezan a aplicar los conceptos freudianos o lacanianos (según la Obra Social que tengan) con el resto de la humanidad. Y los raritos somos los primeros en caer.
Antes, le contabamos un secreto a una amiga y esta nos aconsejaba y juraba guardarlo. Hoy lo primero que afirman es que "estás proyectando" y corre a decírselo primero a su analista y después a cualquiera que se le cruce, para no arrastrar "cargas emocionales ajenas que terminen afectando su Yo interior".
Si esto fuera todo, se solucionaría con callarnos la boca (cosa que debí hacer en más de una oportunidad), pero no. Ellos quieren darnos terapia ad-honorem y se despachan con una suerte de conclusiones insólitas y complicadas hacia lo que decimos.
Veamos
Cada vez que menciono estar perdidamente enamorada de Sean Connery, alguno asegura que lo mío es "Edipo mal resuelto, porque estoy enamorada de mi papá (¿?)"
Si le plancho las camisas a mi marido, lo mío es una "relación simbiótica".
No es cierto que la gripe de verano me venga porque entro de la calle con 42° a una habitación con aire acondicionado a 18°. Me la pesqué porque estoy "somatizando".
Si persigo a mi hija para que estudie y apruebe las materias que se llevó a marzo, lo mío es "neurosis obsesiva".
No dirigirle más la palabra a algún hijo de tuna que me uso/jodió/estafó, es "actuar la bronca".
Putear a la china del supermercado de abajo porque me cobró tres veces la misma cosa es "el Ego al aire".
Obligar a mis hijos a levantar la mesa, colgar la ropa, descolgar la ropa, limpiar su habitación es "castrarlos".
No encontrar los anteojos y mandar un sms errando las letritas es "un acto fallido".
Si escribo un blog estoy "sublimando".
La verdad, entre el vocabulario adolescente y el vocabulario analítico, cada vez entiendo menos a la gente. De ahora en más para distinguirme del resto saldré con una flor en la solapa y cuando me pregunten por qué, diré que es una identificación. Lo mío será "Flor de locura". Sabida y aceptada, pero absolutamente mía.
*Gracias Cristina Wargon por la inspiración.
# posteado por Ginger : 4:41 p. m.
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