Volví. Bah, en realidad siempre estuve aquí, pero mirando mi pc apagada dentro del placard.
Descubrí que es imposible la convivencia de los padres de una con la computadora. Las dos veces que quise prenderla llegó algún pariente de visita y chau mi intensión.
Además uno se desacostumbra al papel de hija, sobre todo cuando tiene una familia como la mía.
Primero, rogar cada segundo del día que a mi mamá no se le ocurra morirse. No, no está grave. Es que a ella cada tanto le viene esa idea a la cabeza y se arrepiente a último momento. Tampoco es suicida. Sólo tiene un dominio de su cuerpo casi sobrenatural. Desde hace cuatro años tuvo: tres crísis cardíacas, un cáncer de mamas, diez deshidrataciones graves, una metástasis del cáncer, dos paros respiratorios y tres operaciones distintas. Y cuando todos creen que ya no va más, ella renace como el ave fenix. (Esperen que toco madera por las dudas).
Después está mi papá que se quedó medio sordo y no quiere usar audífonos.
Y por último están todos mis parientes que quieren verlos. A la mayoría de estos los encuentro en dos oportunidades: cuando están mis padres de visita en Buenos Aires o en los velorios. Como todos son longevos, las oportunidades no son muy frecuentes, así que tienen muchas cosas para contar. Y hasta que no terminan de detallar la última anécdota no se van.
Fueron 15 días de terror. No es que no me alegre de tenerlos conmigo, es el trabajo que dan lo que me pesa. Desayuno, almuerzo, merienda y cena de verdad. Porque ellos no comen salchichas con un tomate partido al medio. Hay que cocinar. Después está el tema de la bañadera, que no se caigan, que encuentren todo, que la ropa esté lavada y planchada.
Cuando los llevamos de regreso a su casa respiramos aliviados. Nosotros porque recuperábamos nuestra vida, ellos porque volvían a la suya.
Ahora tampoco tengo demasiado tiempo para reponerme, porque el próximo martes paso a cuchillo. Es decir, me realizo la tan programada operación.
Tengo pánico. No es miedo a la anestesia, ni a la cirugía, ni al pos operatorio. Es a la mala praxis. Mi médico tiene ochocientos títulos colgados en su consultorio, renombre y recomendaciones de las que busquen. Pero es dueño de una clínica de fertilidad. Me da pavor pensar que pueda equivocarse y en lugar de sacarme el útero me implante óvulos fecundados. Por las dudas, voy a escribirme la panza con marcador antes de entrar al quirófano. Pondré un cartelito que diga "Ojo!, acá hay que hacer histerectomía".
Después me voy a ir de vacaciones. 8 días que me llevarán un año pagarlos.
Y sólo cuando concluya todo eso, entonces estaré en condiciones de descansar.
Mientras tanto espero que el agujero de ozono no crezca, que el bosque siga siendo bosque y el árbol, árbol. Por este año ya tengo suficiente. ¡Cuánto falta para que termine el 2008, santo cielo!
# posteado por Ginger : 6:31 p. m.
haloscan |

