Hace varios años para navidad, un cliente de la empresa para la que trabaja Gingero nos mandó de regalo una botella de Dom Perignon. Se la dió en la oficina y antes de traerla a casa mi marido compró un paquete de algodón para envolverla y que no sufra ningún percance durante el traslado.
Hicimos un lugar especial en la heladera para que estuviera con la temperatura justa el día que decidamos tomarla, cosa que ocurriría en una ocasión más que selecta porque no siempre uno piensa que cada trago cuesta 10 dólares. Ahí quedó la botella, acostadita, lustrada y a punto. Lo que no encontrabamos era la oportunidad. Para nuestro aniversario no, porque salíamos a cenar y volvíamos con la panza llena. Para las fiestas tampoco porque era nuestra y no pensabamos compartirla. Así pasaba el tiempo y ella tan tranquila, esperando.
Un verano nos fuimos de vacaciones y le dejamos la llave a unos vecinos. "La heladera queda enchufada", les dijimos. "Consuman lo que necesiten antes que se ponga feo". La invitación no incluía nuestro champagne, por supuesto, pero nos olvidamos de aclararlo.
El día que regresamos fue uno de los más frustrantes de mi vida. La botella había desaparecido y su lugar estaba vacío, hueco, violado. Cuando nos devolvieron las llaves, por toda explicación me dijeron "nos tomamos un champagne que tenías en la heladera, porque vinieron unos amigos de visita y no teníamos nada. Después traigo una Sidra Real para devolverte".
Desde ese día nos juramos que nunca más guardabamos para mejor oportunidad, nada. Y por eso, en mi casa no hay sábanas, toallas, platos ni vasos "especiales". Todo es de uso cotidiano, excepto lo que no me gusta (que generalmente coinciden en ser regalos).
A esa decisión le fuimos sumando otra: la de tirar lo que no sirve. Pero no tomé una cuestión en consideración: estoy casada con un extremista.
Más de una vez tuve que meterme de cabeza en el tacho de basura del edificio, tratando de encontrar la bolsa en la que venía alguna prenda, para poder cambiarla o pasé vergüenza ante alguien porque el papelito donde anoté un dato importante fue a parar al mismo lugar en esos ataques de limpieza que le agarran a mi marido cada vez que vuelve del trabajo.
Anécdotas tengo como para llenar una enciclopedia. Desde quedarme sin bolsas para residuos porque tira todas las del supermercado (¡total, tenemos tantas!, dice sin fijarse que con su manía compulsiva por la limpieza viene haciendo lo mismo desde tres o cuatro años atrás) hasta la destrucción total de un reloj precioso que compré hace poco para el baño. Lo ví en una vidriera, chiquito, simpático y sobre todo muy útil para que los que entran se acuerden que en la casa quedamos tres afuera. Venía desarmado y todo lo que había que hacer era encastrarlo. Lo saqué de su embalaje, separé las piezas y las acomodé sobre el vanitory en el momento que sonó el teléfono. Y me olvide. El tipo entró, vió partes de plástico y supuso (porque su excusa es siempre la misma, supone) que era algo roto, así que las tiró. Cuando fuí a buscarlo, el camión basurero ya estaba por Flores.
Pero la máxima, y sobre todo lo que va a curarlo de su enfermedad, es que va a tener que desembolsar una bonita suma de dinero por su afán de órden. Cuando mi hija cumplió 15 años (hace uno y medio) le regalamos una pc. En promoción, venía con garantía extendida por 5 años. Hace unos días empezó a fallar el monitor, esos carísimos de plasma. Busqué la factura y el número de service y los dejé sobre la mesa del comedor. Arreglé el día para llevarlo, anoté la dirección y me quedé muy tranquila y feliz. Pero nuevamente me olvidé de su complejo de demonio de Tasmania. Él encontró los papeles y sin mirar que eran, los rompió en pedacitos tan chiquitos que superaban a un rompecabezas de mil piezas.
Cuando se me pasó el ataque de nervios me senté y le escribí una carta. Hablarle no, porque la cercanía puede provocar deseos irrefrenables de asesinato. Le dije lo siguiente:
Mi amor
¿Cómo escribir estas líneas sin elogiarte?
Un marido dedicado como vos no se encuentra en todos lados.
Es cierto que tenés tus fallos, pero ¿quién es perfecto?
Vos, no.
Tantos años de felicidad me hicieron comprenderte, pero a este paso
perdonarte jamás.
¿Te acordás cuando jurabas que yo era tu media naranja?. Lograste completarme
Ahora dejé de ser naranja. Me volviste un limón.
Es mi obligación quererte y apoyarte. La próxima vez que tires algo sin consultar
voy a apoyar tu brazo sobre una tabla y te lo voy a cortar.
Y seguiré con vos hasta el final de nuestros días,
pero no se te ocurra buscarme en el cielo. El cura que nos casó fue categórico.
"Hasta que la muerte nos separe".
Y si esta carta no es lo suficientemente explícita, quiero que sepas mi amor
que la próxima en tirar algo voy a ser yo.
Te voy a tirar por la ventana.
Capito?
Con todo mi amor
Ginger
O se cura o lo tiro en serio.
# posteado por Ginger : 9:00 a. m.
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