Una vez al mes mi marido se transforma en lobizón. No es necesario que haya luna llena, ni siquiera que sea de noche. Alcanza con que me gane de mano y recoja del buzón el resumen de la tarjeta de crédito. El tipo es masoquista y abre el sobre en el ascensor, cosa de entrar a mi casa mostrando todos los dientes, en especial los colmillos, chorreando saliva verdosa al grito de "te la voy a romper, le voy a hacer un agujero, la voy a destrozar". Al principio me ilusionaba y le contestaba "si papito, vení que soy toda tuya", pero dos o tres veces después entendí que se refería a mi extensión de VISA.
Lo gracioso es que a este hombre le gusta gastar, pero a la hora de pagar recibe un mandato del más allá para armar escándalo. No importa el monto, mucho o poco es igual, lo importante es sacarse las culpas de encima. Y por tres o cuatro días, pretende someternos a una restricción que incluye hasta lavar la ropa a mano para no desperdiciar electricidad.
Después viene el análisis de la factura: "¿Qué es esto de ELECTRONICA?". "Es el cartucho para la impresora que se había terminado hace seis meses". "¡¡Te das cuenta que sos una gastadora compulsiva!!. Para eso guardo yo las publicidades que me dan en la calle. Para que hagas anotadores y uses lapicera, no para que gastes en impresiones!!". "¿A vos te parece que puedo presentar una nota en Obras Públicas escrita en el reverso de una oferta de verdulería?" "¡¡No me importa, si total ni lo leen y lo tiran al cesto!!" (en eso tiene razón). Yo no le contesto y sigo con lo mío mientras en mi cabeza resuena un OOOOMMMMMM para no clavarle la tarjeta en la yugular y terminar con esta historia.
Por esos días también le agarra el tacañismo extremo. Si vamos a comer, por ejemplo, se resiste a dejar propina. Media hora antes de partir empiezo a trabajar su sensibilidad y como mucho, logro por respuesta: "está bien, le dejo 50 centavos". Obviamente, no tiene demasiada sensibilidad.
Pero lo dramático es que el tipo discrimina. Sus gastos siempre son justificados, aunque haya comprado la pavada más inservible que exista. El problema es lo que gasto yo: "Cinco lápices de labios tenés, ¡¡cinco!!", comprados en un Todo por Dos Pesos, por supuesto, en el transcurso de unos seis años.
Afortunadamente, cuando vuelve a su estado de hombre es la persona más generosa que conozco. Puedo sugerir que me gustaría tener un par de zapatos color lila que no me combinan con nada, y él se ofrece a llevarme en un recorrido por shoppings hasta que los encuentre. Y así el resto del mes, hasta que nuevamente llega el resumen de la tarjeta.
Pero lo voy a solucionar: sobornaré al portero para que me entregue el correo en mano. Me va a salir caro, pero será dinero bien invertido. Lástima que no se lo puedo pagar con tarjeta de crédito.
# posteado por Ginger : 10:54 a. m.
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