Dentro de 3 horas, Gingero comienza sus vacaciones. O sea, ÉL tiene vacaciones. Cualquier señora con más de cuatro años de convivencia con el mismo señor, sabe que después de tener al marido enfermo lo peor es soportarlo en casa sin hacer nada. Porque la ecuación de todo caballero es: yo estoy de vacaciones, vos tenés trabajo doble. Hay que atenderlos (porque ELLOS son los que trabajan todo el año, vió?, lo de una no es trabajo según su tabla de esfuerzos), hay que consentirlos, hay que mimarlos y sobre todo, somos las encargadas de hacer rendir sus días despatarrados en la cama mirando televisión, para que les alcance hasta el próximo feriado.
Como los años me trajeron arrugas y poca paciencia, decidí hacer una lista con actividades para que desarrolle. Todas lejos de mi casa, por supuesto. Pero no me hago muchas ilusiones, lo más probable es que me arrastre con él porque por estas fechas hacen regresión y pierden la capacidad de moverse por si mismos.
De cualquier manera, es sólo una semana, porque la próxima me tocan a mi. Lo que es una manera de decir, porque para que sean verdaderas vacaciones debería tomarmelas sola, cosa que no sucede aquí, y llevo conmigo marido e hijos.
Nos vamos a este lugar:
La gente normal elige ciudades con playas, cines, restaurantes y todo tipo de servicios que le hagan cómoda la vida. Cada vez más compruebo que de normal no tengo nada.
Elegí viajar al culo de Brasil. ¿Dije culo? Perdón, quería decir al norte. No, no vamos a Maceió, ni a Natal, ni a Puerto Gallinas. Vamos al más absoluto dejo de civilización que se puedan imaginar.
Como para que tengan idea de la distancia, son nada menos que seis terroríficas horas de vuelo (para mí, que detesto los aviones).
El folleto habla de piletas naturales en el océano donde se practica buceo con snorkel. Se nada entre peces de colores, caballitos de mar, tiburones asesinos, cangrejos venenosos y anguilas eléctricas. Por suerte los organizadores pensaron en todo e incluyeron seguro de sepelio en el precio.
Detrás del hotel, a unos doscientos metros, empieza la selva. Aquí viene la parte de turismo aventura. Está prevista una excursión hasta un río que la atraviesa. Para llegar se debe pasar por un asentamiento de indios amigables, cuya única diversión es tirar dardos con curare a los turistas. Se trata de esquivarlos y en caso que alguno acierte, como medida preventiva te proveen de inyecciones con suero tubocurarino que se deben aplicar directamente sobre el corazón hasta 30 segundos después de recibido el disparo. Una vez sorteado este obstáculo menor y de varias horas de caminata entre arácnidos y mambas, se llega al río. Allí la consigna es cruzarlo a nado y llegar al otro lado con la mayor cantidad de cuerpo posible. Es que en él habita una curiosa variedad de pirañas, única en su genero.
Se puede regresar por dos caminos: uno es bordeando grandes bañados de lodo y agua, vivienda de cocodrilos, o por el otro tramo, vírgen todavía porque nadie logró atravesarlo.
La población más cercana queda a 10 kilómetros, siempre que vayas por la selva.
El hotel ofrece una característica inusual: preparan platos con la pesca que uno logre. Lo bueno de esto es que los cuatro regresaremos con varios kilos menos.
El resto se los cuento a la vuelta. Si es que regreso, claro.
Hasta pronto.
Pd: Tuve que vacunarme contra la fiebre amarilla, pero esa odisea será comentada en otro post.
Pd2: Para que vean que lo que les digo es cierto, miren este video: http://www.youtube.com/watch?v=VvWYtDtyKls (no lo subo porque está en privado)