Mis primeros contactos con personas a través de Internet fueron por Mujer Gorda, el blog que escribía
Hernán Casciari hace casi cinco años atrás. Allí conocí amigos que aún conservo y frecuento. Sin embargo, por la misma época convivía con otro grupo muy pequeño, en una página que tenía Javier Morello, casi sin punto de contacto con la vorágine popular que ya despertaba Hernán.
Eramos cinco o seis, y la mejor definición que se me ocurre de ellos es decir que eran unos "ingeniosos habladores de intrascendencias". Nos reuníamos, además del dueño de casa,
Bater, Lucas Worcel de
Korochi,
José Joaquín,
Dani the O y yo, y otros que iban y venían.
Con el tiempo, Javier cerró su página y el grupo quedó como un hermoso recuerdo de otra época.
Pero aún así nunca perdimos el contacto entre nosotros y en mayor o menor medida nos reconocíamos en el ciber espacio al cruzarnos. No sólo el mundo es un pañuelo, Internet también.
Esta mañana murió Dani The O. Danilo para nosotros.
No eramos grandes amigos, y sin embargo lograba que sonriera cuando lo veía entrar al talk, porque sabía que en algún momento del día me escribiría una grosería para hacerme reir, y seguiría en lo suyo. Así de cortos eran nuestros encuentros, pero tan presentes.
Danilo era humorista gráfico, sus e-mails nunca eran convencionales: me mandaba historietas irreproducibles para año nuevo, para invitarme a la presentación de su último libro o simplemente para saludarme. Lo último que le dije fue que era memoriosa: me debía un dibujo personalizado que gané en un concurso que organizó. En realidad ganamos todos.
Bater también se la está reclamando. Su respuesta fue: "te juro que cumplo antes de morirme". Y se murió sin cumplir.
Me duele usar este espacio para contar estas cosas, no es la finalidad de mi blog. Estoy rompiendo las reglas, pero Danilo se lo merece. Es mi manera de no olvidarlo.