El texto que continúa tiene una extensión kilométrica. Se trata de una historia real (juro ante mi colección de libros de Agatha Christie que conozco a los protagonistas) y fue lo más sintético que me salió. Podría haberla escrito en capítulos, pero detesto las historias interrumpidas, así que queda a consideración de ustedes leerlo de una vez, leerlo por partes o no leerlo, en cuyo caso recibirán mi repudio eterno. Que les sea leve.
La muerte de doña Clara Córdoba fue intrascendente para todos, incluída su familia. Había dejado de verlos veintinueve años atrás, el día que echó de su casa a su hijo y a su nuera. Desde niña planificó su futuro con la convicción de llegar a ser una dama patricia. El primer paso de su proyecto lo dio cuando se casó con el mejor partido de su pueblo: el recién arribado Juez de Paz. Escondió bajo la alfombra la falta de títulos académicos del magistrado y ante todos lo presentó como el "Doctor". La dejó viuda pocos años después, con un hijo pequeño, una casona centenaria y una pensión insignificante. "De enfermedad desconocida", decía Doña Clara cuando le preguntaban el motivo del deceso de su esposo, "De cirrosis" decía el médico que lo atendió.
Sus nuevas esperanzas estaban puesta en Anibal, su único hijo. Será abogado sentenciaba la madre cuando el chico cursaba tercer grado. Pero Anibal decidió abandonar la escuela secundaria para convertirse en mecánico. El disgusto de doña Clara era mayúsculo, pero nada comparable al día que Anibal le presentó a una linda morocha, hija de una sirvienta y de padre desconocido, como su prometida.
La bautizó chirusa, se negó a recibirla durante los dos años que duró el noviazgo y definitivamente cortó vínculos con ambos cuando se casaron.
Anibal y la chirusa se instalaron en Buenos Aires y doña Clara quedó en su pueblo con una criadita que hacía las veces de doméstica, ama de llaves y dama de compañía.
La casona se caía a pedazos y las partes habitables terminaron reducidas a una cocina antigua, el comedor-dormitorio y un baño sin calefón y con pocos azulejos.
Anibal hizo varios intentos para reestablecer vínculos con su madre, pero Doña Clara seguía pensando que la chirusa no estaba a su altura y negó toda posibilidad de acercamiento.
Se enteró por la criada del nacimiento de sus tres nietos y de la muerte de su hijo cuando el motor de un camión le aplastó el cráneo. Ninguna lágrima salió de sus ojos.
Su final llegó un día de marzo y la encontró dormida. Y así quedó, sin palabras de despedida ni perdón.
La policía tuvo que buscar familiares para que se hagan cargo del cuerpo, hasta encontrar al nieto menor que por entonces tenía 24 años, ningún trabajo estable y vivía con su novia en un monoambiente de Monserrat.
Llegaron al pueblo en un destartalado Citröen, y demoraron un buen rato para dar con la casa. La criada les informó que debían retirar el cadáver de la morgue, y se despidió de ellos con una mano, mientras sostenía en la otra una valija de cartón con sus pocas pertenencias y sus muchas ganas de libertad.
Revisaron los cajones de una vieja cómoda con olor a humedad, pero fue debajo del colchón donde encontraron un sobre de papel madera que contenía viejos recortes de diarios y anotaciones en letra picuda. Entre dos recetas de cocina estaba su última voluntad. Había sido escrita diez años atrás, y después de los formalismos, doña Clara declaraba que dejaba todas sus posesiones, que por entonces se reducían a la casona en ruinas, al Rotary Club de su pueblo, y exigía ser enterrada junto a su hijo Anibal, en la Capital Federal. Daba fe de tal disposición, el pulgar de la criada, que no sabía leer ni escribir.
Lo que no previó Doña Clara, fue que el único nieto que aceptó cargar con su muerte no tenía un centavo para cumplir su deseo. Sin embargo, y más por afán de aventura que por imposición moral, Horacio decidió darle curso al pedido póstumo de su desconocida abuela. El primer obstáculo fue el precio del traslado. Imposible pagar una ambulancia que llevara los restos mortales de Doña Clara hasta Capital.
La idea se les ocurrió de pronto: a falta de carroza fúnebre estaba el Citröen. Por 50$ el empleado de la morgue les entregó el certificado de defunción, el informe policial y el cuerpo. El rigor mortis había pasado hacía horas, sentarla en el asiento posterior del auto no constituyó problemas y a fin de mantenerla erguida y evitar dificultades, le ataron un pañuelo a la cabeza que insistía en caerse, sujetando las puntas a la puerta del vehículo, acomodaron los brazos a los costados y así, vista de lejos, se apreciaba una tierna anciana durmiendo. Partieron a la tardecita Horacio, Ana y el cadáver de Doña Clara. El trayecto no presentó mayores dificultades, excepto por que en cada salto que daba el coche, los ojos de Doña Clara se abrían y gases en forma de burbujas de saliva salían de su boca, explotando como pompas de jabón. Que Ana gritara aterrorizada todo el trayecto, es parte del anecdotario.
Llegaron junto al amanecer y la subieron entre ambos dos pisos por escalera, para no cruzarse con curiosos vecinos madrugadores. La idea original era ubicarla en la bañadera mientras dormían unas horas, pero desistieron al pensar en lo desagradable de utilizar el sanitario bajo la estricta mirada del cuerpo muerto. Por otro lado, la descomposición había comenzado y el monoambiente empezaba a cubrirse de olor nauseabundo.
Para las once de la mañana, gracias a los buenos oficios de un primo de un amigo de un tío... consiguieron el nombre de un empleado del cementerio de Chacarita, el que por unos pocos pesos, dos cervezas y un cartón de Jockey Club les facilitó un cajón para indigentes y un lugar en el sótano del panteón de la familia Lavalle Saucedo. La llevaron envuelta en una frazada, con un brazo que se descolgaba mostrando una mano con cinco dedos esqueléticos y agarrotados, clavaron el cajón y la depositaron debajo del primer Lavalle Saucedo, el que inauguró el panteón.
Y ahí descansa Doña Clara Córdoba, justo como ella quería. Rodeada entre gente de alcurnia y custodiada por un angelito de mármol a la entrada de su tumba.
# posteado por Ginger : 4:25 p. m.
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