Siempre hay alguien que está peor.


mayo 13, 2008

La muerte y la muerte de Doña Clara Córdoba

El texto que continúa tiene una extensión kilométrica. Se trata de una historia real (juro ante mi colección de libros de Agatha Christie que conozco a los protagonistas) y fue lo más sintético que me salió. Podría haberla escrito en capítulos, pero detesto las historias interrumpidas, así que queda a consideración de ustedes leerlo de una vez, leerlo por partes o no leerlo, en cuyo caso recibirán mi repudio eterno. Que les sea leve.

La muerte de doña Clara Córdoba fue intrascendente para todos, incluída su familia. Había dejado de verlos veintinueve años atrás, el día que echó de su casa a su hijo y a su nuera. Desde niña planificó su futuro con la convicción de llegar a ser una dama patricia. El primer paso de su proyecto lo dio cuando se casó con el mejor partido de su pueblo: el recién arribado Juez de Paz. Escondió bajo la alfombra la falta de títulos académicos del magistrado y ante todos lo presentó como el "Doctor". La dejó viuda pocos años después, con un hijo pequeño, una casona centenaria y una pensión insignificante. "De enfermedad desconocida", decía Doña Clara cuando le preguntaban el motivo del deceso de su esposo, "De cirrosis" decía el médico que lo atendió.
Sus nuevas esperanzas estaban puesta en Anibal, su único hijo. Será abogado sentenciaba la madre cuando el chico cursaba tercer grado. Pero Anibal decidió abandonar la escuela secundaria para convertirse en mecánico. El disgusto de doña Clara era mayúsculo, pero nada comparable al día que Anibal le presentó a una linda morocha, hija de una sirvienta y de padre desconocido, como su prometida.
La bautizó chirusa, se negó a recibirla durante los dos años que duró el noviazgo y definitivamente cortó vínculos con ambos cuando se casaron.
Anibal y la chirusa se instalaron en Buenos Aires y doña Clara quedó en su pueblo con una criadita que hacía las veces de doméstica, ama de llaves y dama de compañía.
La casona se caía a pedazos y las partes habitables terminaron reducidas a una cocina antigua, el comedor-dormitorio y un baño sin calefón y con pocos azulejos.
Anibal hizo varios intentos para reestablecer vínculos con su madre, pero Doña Clara seguía pensando que la chirusa no estaba a su altura y negó toda posibilidad de acercamiento.
Se enteró por la criada del nacimiento de sus tres nietos y de la muerte de su hijo cuando el motor de un camión le aplastó el cráneo. Ninguna lágrima salió de sus ojos.
Su final llegó un día de marzo y la encontró dormida. Y así quedó, sin palabras de despedida ni perdón.
La policía tuvo que buscar familiares para que se hagan cargo del cuerpo, hasta encontrar al nieto menor que por entonces tenía 24 años, ningún trabajo estable y vivía con su novia en un monoambiente de Monserrat.
Llegaron al pueblo en un destartalado Citröen, y demoraron un buen rato para dar con la casa. La criada les informó que debían retirar el cadáver de la morgue, y se despidió de ellos con una mano, mientras sostenía en la otra una valija de cartón con sus pocas pertenencias y sus muchas ganas de libertad.
Revisaron los cajones de una vieja cómoda con olor a humedad, pero fue debajo del colchón donde encontraron un sobre de papel madera que contenía viejos recortes de diarios y anotaciones en letra picuda. Entre dos recetas de cocina estaba su última voluntad. Había sido escrita diez años atrás, y después de los formalismos, doña Clara declaraba que dejaba todas sus posesiones, que por entonces se reducían a la casona en ruinas, al Rotary Club de su pueblo, y exigía ser enterrada junto a su hijo Anibal, en la Capital Federal. Daba fe de tal disposición, el pulgar de la criada, que no sabía leer ni escribir.
Lo que no previó Doña Clara, fue que el único nieto que aceptó cargar con su muerte no tenía un centavo para cumplir su deseo. Sin embargo, y más por afán de aventura que por imposición moral, Horacio decidió darle curso al pedido póstumo de su desconocida abuela. El primer obstáculo fue el precio del traslado. Imposible pagar una ambulancia que llevara los restos mortales de Doña Clara hasta Capital.
La idea se les ocurrió de pronto: a falta de carroza fúnebre estaba el Citröen. Por 50$ el empleado de la morgue les entregó el certificado de defunción, el informe policial y el cuerpo. El rigor mortis había pasado hacía horas, sentarla en el asiento posterior del auto no constituyó problemas y a fin de mantenerla erguida y evitar dificultades, le ataron un pañuelo a la cabeza que insistía en caerse, sujetando las puntas a la puerta del vehículo, acomodaron los brazos a los costados y así, vista de lejos, se apreciaba una tierna anciana durmiendo. Partieron a la tardecita Horacio, Ana y el cadáver de Doña Clara. El trayecto no presentó mayores dificultades, excepto por que en cada salto que daba el coche, los ojos de Doña Clara se abrían y gases en forma de burbujas de saliva salían de su boca, explotando como pompas de jabón. Que Ana gritara aterrorizada todo el trayecto, es parte del anecdotario.
Llegaron junto al amanecer y la subieron entre ambos dos pisos por escalera, para no cruzarse con curiosos vecinos madrugadores. La idea original era ubicarla en la bañadera mientras dormían unas horas, pero desistieron al pensar en lo desagradable de utilizar el sanitario bajo la estricta mirada del cuerpo muerto. Por otro lado, la descomposición había comenzado y el monoambiente empezaba a cubrirse de olor nauseabundo.
Para las once de la mañana, gracias a los buenos oficios de un primo de un amigo de un tío... consiguieron el nombre de un empleado del cementerio de Chacarita, el que por unos pocos pesos, dos cervezas y un cartón de Jockey Club les facilitó un cajón para indigentes y un lugar en el sótano del panteón de la familia Lavalle Saucedo. La llevaron envuelta en una frazada, con un brazo que se descolgaba mostrando una mano con cinco dedos esqueléticos y agarrotados, clavaron el cajón y la depositaron debajo del primer Lavalle Saucedo, el que inauguró el panteón.
Y ahí descansa Doña Clara Córdoba, justo como ella quería. Rodeada entre gente de alcurnia y custodiada por un angelito de mármol a la entrada de su tumba.


Comentarios:
voy a vomitar.
me dió impresión el viaje en citroen.




me siento mal
 
Bueno, pero vomitá en otro lado que recién limpié el piso.
 
Me hizo acordar a "Natalio Ruiz" el hmbrecito de sombrero griiiiis

Besos y calas
 
Doña Clara tenía menos alcurnia que Natalio Ruiz, Dudita, porque terminó en Chacarita y no en la Recoleta.
Además, Natalio era un tierno y esta, una vieja de mierda.
 
Je! Yo me sigo preguntando quién sería el finado de la cajita de madera en la tumba esa de la Recoleta.
Missssssssterios...
 
Debe ser otro que trajo a su pariente muerto en Citröen, Bater.
 
al final me cagué de risa, las elecciones que hace la gente nunca me van a dejar de asombrar!
 
Sobre todo cuando tienen que ver con cuestiones de plata, Alex. La necesidad agudiza el ingenio, que le dicen.
 
si, pero el nieto este no tendría porque haber tenido más problemas de plata que los que tenía antes de que la abuela muerta apareciera... me parece de una generosidad que no te digo como asumió el tema, y su novia, una martir!
De veras que los conoces?
Y la casa entonces se laquedó el rotary?
y ni el terreno valía un peso?
Muy bien contado Ginetta.
Esta es tu vena, la de la noticia policial sangrienta. Más de esto!!!!
 
Pali, el nieto y la novia son los mismos que me tomaron el Dom Perignon el día que me fuí de vacaciones y les dejé la llave (ver algún post por ahí, que no me acuerdo cual era).
No tengo idea que pasó con la casa, pero lo más probable es que se la quedara la municipalidad porque dudo que estuvieran al día con los impuestos.
¿Noticia policial sangrienta? Buaaaaaajajaja!. Sí, en cualquier momento aparezco en Crónica.
 
los lavalle saucedo se andan quejando por ahí
 
¿Los que estàn adentro del panteòn?. ¡Caramba, Mayu!
 
Esto me recuerda a un cuento de Bendetti que se llama "Retrato de Elisa". No es muy muy parecido, pero habla más o menos de cómo la vida (o la muerte, o el entierro) le dio en la cara a una señora difícil.

Esos nietos de Doña Clara son bien zonchitos. (Horteras, nacos, grasas).

Por eso es que todo el mundo quiere que lo cremen. Si yo llego a vivir muchisisisímos años (como 50, jeje) quiero la incineración.

Mi mamá ya la escogió y no quiere funeral, y encima me dejó a mí encargada,por lo que el resto de la familia me dice que debo hacer funeral y tumba, que me libre dios si no. Sospecho que su funeral será en plan ultra-secreto y les avisare que la familiy disminuyó unos tres días después. Humm..pero, la verdad, suena chistoso hacer eso.
 
Ginger, me parece que tu si debes participar en mi concurso de cuentos.

Buen relato
 
Te iba a decir lo que ya comentaron más arriba, sobre que el final de doña Clara me recordó al de la cajita de madera del post de Bater.
Todo por copetudas.
Yo lo único que quiero es una lápida como las que mostré alguna vez, y ni siquiera me interesa si me entierran, me creman, me tiran al mar o venden mis restos como alimento para perros.
Como dijo alguien alguna vez, la obra social, los seguros y servicios de sepelio son cosas que uno paga durante años con la esperanza de nunca necesitarlos. Claro que al autor de la frase le salió mejor que a mi.
 
Yo no quiero una lápida.
Me interesa mas un monumento y mi nombre a una calle y a un pueblo y a una corriente de pensamiento y a una nueva raza de perros.
 
No te digo que la gente es buena!!!...yo que vos le perdono el Dom Perignon, se lo tiene merecido. Es más, estoy por comprarle otro.
Y es verdad que tenés que escribir en concursosssssssssssss de cuentossssssss.
 
Lady Gin ha leido todos los libros de agata?...o.O, pues la verdad es que crei que habria algun misterio misterioso en la historia...buu..;_;
 
Pero tampoco le cumplieron la ultima voluntad, que era ser enterrada al lado de su hijo... supongo que el presupuesto no alcanzo. Cierto?
 
elTeta: yo creo que pa'raza de perros te da... lo otro es un rollo con las municipalidades! nonono... pa después terminar como Lenin por los suelos, ya sabes que el pueblo es cruel... pero una raza de perros "elTeta"... eso puede ser, y el criterio de cruce serían las idem a la rastra.
Si, en eso se puede invertir, cosa de salir a la calle a mirar perros.
 
y se les alimenta con Gutty que ya se ofreció...
 
Laura, yo no dejo legados póstumos porque no me van a dar bola. Entonces jodo ahora en vida, de puro hinchapelotas que soy nomás.
 
Gracias Johan. Generalmente no me inscribo en concurso por varias razones:
a) No me da el cuero
b) No tengo la constancia de sentarme, escribir y terminar un cuento
c) Me pongo loca cuando pierdo.
 
Guty, el problema de pagar por años seguros de sepelio y demás, es que llegado el momento te cambian las condiciones y tenés que poner un toco de guita encima. Lamentablemente, tengo una experiencia reciente para poder dar fe de esto.
 
Teta, yo siempre digo que cuando me muera quiero muuuchas flores, muuucha gente llorando y que me despida la Camerata Bariloche. Lo de la raza de perros no se me había ocurrido, pero me gustó. Iba a decir que prefería raza de gatos, pero seguro que me malinterpretan...
 
Goddessa, esta historia (más detallada y larga) era la que estaba escribiendo para Avón. Pero me aburrí y la abandoné. Es que evito la persecución periodística, viste...
 
No Pyro, en realidad tengo 47 libros de Agatha. Me faltan como 30, pero no los consigo. Igual, para mí es una mini-colección.
¿Porqué cerraste el blog?
 
El hijo está en Chacarita, pero en un nicho. Demasiado que le hicieron caso y la metieron en el mismo cementerio, Nicté.
 
¿Viste Pal? Al final, esto de los blog termina siendo una gran familia. ..canina.
 
Hola Gin! Muy buena la historia, la verdad bastante bien se portó el nieto con la vieja maldita, que lo ignoró toda la vida! Yo la hubiera tirado en una fosa común, por vieja mala y pretenciosa!
Saludos
 
jajajajajaja (recién ví, el "ma sí, decí lo tuyo)
 
Yo hubiese hecho lo mismo que vos, Mariel, porque soy así de jodida. Pero este pibe heredó los genes maternos, parece.
 
Te juro Alex que todavía sigo pensando que carajo poner acá arriba.
 
Yo que el nieto, se la entregaba al Rotary Club.
 
mortal el cuento Gin, me encantó, igual, me dio asquito tambien la parte del viaje en el citroen eh?
(simpre tarde yo qué lo parió!!)
 
Yo que el nieto, la perdía en el camino, Sonia.
 
¿En serio te dio asquito?. A mi me pareció muy gracioso. Es que tengo el humor negro en suba por estos días.
 
Al Rotary, Gin, al Rotary! Si total la vieja le dejó sus bienes. Que se hagan cargo ellos! Pst!

Yo ni la iba a ver siquiera!
Mirá si me iba a molestar a viajar para hacerme cargo de una muerta que nada tuvo que ver conmigo! No me hago cargo de los vivos me voy a hacer cargo de los muertos ajenos?
 
Jajajaja!
Yo el humor negro lo tengo en alza desde que nací.

Y la verdad que no me extrañó para nada tu historia, mi mamá tiene una amiga que a la madre se le ocurrió morirse mientras estaban de vacaciones por ahí por Argentina. E hicieron exactamente lo mismo, la sentaron atrás y hasta la pasaron por la aduana para traerla de vuelta para acá!

Eso sí, acá aunque sea le hicieron un velorio lleno de gente (aunque calculo que más de la mitad debe haber ido por morbo...).
 
¿Y el espíritu de aventura, Sonia? ¿Y la anécdota para que yo la cuente, eh, eh?
 
¿Justo se tuvo que morir en medio de las vacaciones, Semeolvidó?. Yo la dejo en un frigorífico hasta que se terminen y después la llevo.
 
Igual si es por seguir paseando... creo pasás más desapercibido con una vieja sentada atrás que con un frigorífico en la baca!
 
O mein Gott!
Les aviso que el realismo mágico les empieza en cuanto abren la puerta de la casa...

(ps: Alejo Carpentier dice por boca de un personaje y en relación al movimiento surrealista:
"...y me volví a sud. américa, dejando a Europa en su descubrmiento de buscarse el subconciente, y me fuí a donde el subconciente anda por la calle...")
Ahora si, al asado... me voyyyy.
 
˙ɐıƃɐɯ ʎ sosǝq

¡¡¡ɹǝʇɐq sɐıɔɐɹƃ!

ɾɐɾɐɾɐɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɾɐnq ˙˙˙ısɐ ʇsod un ɹıqns ɐɹɹnɔo ǝɯ ǝs opuɐnɔ ɹɐdlnɔ uǝınb ɐ sǝqɐs ɐʎ

¡¡¡ɐɐɐɐpuɐ ǝɯ! ¡ɐpuɐ ǝɯ!
 
¡¡ɹoʌɐɟ ɹod!!
˙loɥoɔlɐ lǝ ǝluǝnbɐs ɐpnp ɐ ʎ ǝɯɹıɔǝp osınb ǝnb ǝs ou ǝnb lɐd ɐ uǝnbıpǝɯ ˙¡soıp ʎɐ
 
Morbosito el nieto ese. Semejante viaje para llevar a pasear a un cadáver...
 
Yo también quiero ser una muerta jodida.
Dejar deseos póstumos iirealizables, caros, que sean casi imposibles de cumplir, para que mis deudos me puteen, se sientan culpables por no llevarlos a cabo, que no les sea fácil olvidarse de mí y para que algún desconocido escriba un post sobre mis maldades post mortem.
 
Gin, me ponés nerviosa con eso, buaáááááh!
 
¡ɐsoıʌɹǝu ǝuod ǝs ɐɹnɐl
¡ɐsoıʌɹǝu ǝuod ǝs ɐɹnɐl
¡ɐsoıʌɹǝu ǝuod ǝs ɐɹnɐl


ooooooooooooooooɹǝl oɹǝl
 
Leela del derecho a Pal, es porque estás cabeza abajo que no la entendés.
 
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