Hace tiempo, un lector de esta casita me reclamaba el hecho de escribir miserias varoniles y nunca de su contraparte. "Las damiselas son peores que nosotros", decía. "Nos meten los cuernos en mayor proporción y salen indemnes". Recuerdo que le respondí "la Biblia dice no desearás la mujer de tu prójimo, pero no el hombre de tu prójima. Es una suerte que Jehová fuese machista", a modo de justificación apurada y sin desarrollo, porque se me quemaba la comida.
Sin embargo, la idea quedó en mi cabeza y terminé reflexionando sobre ese arraigo masculino de acusarnos de todo. ¡Cómo si las mujeres fueran infieles porque sí!. ¿Quién tiene la culpa de hacernos caer en semejantes avatares?. Ellos, por supuesto.
Veamos, para que exista un cornudo antes es necesario que sea marido, artífice directo de sus propios cuernos. El tipo se pasa los primeros meses de su matrimonio simulando ser un ejemplo de pulcritud, deferencia y amorosidad, hasta que el verdadero yo le surge y se muestra tal cual es. Se babea cuando Jesica Cirio muestra el culo por televisión, se corta las uñas de los pies sobre la mesa de la cocina y protesta por todo. Y encima pretende que su mujer tenga ojos solo para él. Ellas suelen tener principios honestos: cuando estas manifestaciones masculinas comienzan les anticipan su descontento, pero el varoncito, tan crédulo en el fondo, como respuesta a su queja, atinan a decir "salí, vaca, el único gil que pudiste enganchar fuí yo, ¿quién te va a dar bola a vos?". Y bueno, casualmente siempre hay alguno más gil, entérense. Y a modo de ampliación gratuita, les aviso que generalmente es un amigo suyo, porque es más fácil justificar su presencia si usted cae de manera imprevista.
Ojo, no todos los maridos son así, también hay otra categoría: los aburridos. Se cepillan los dientes cuatro veces por día, son altamente considerados, vuelven puntual del trabajo y cuentan los mismos chistes insípidos de cuando eran novios. Solo porque las mujeres tenemos cierto espíritu maternal y culposo, duran un poco más sin cornamenta, hasta que ellas se liberan y descubren que es más divertido leer la guía telefónica que vivir con el esposo.
No todas las damas caen en la tentación de meter cuernos, yo conozco a dos hombres a los que nunca les pasó: mi papá y mi marido. Espero que sepan recompensar semejante esfuerzo.
De cualquier manera, si usted es varón no se preocupe y viva feliz en su ignorancia. Los señores tienen la virtud de pensar que son únicos. Si su esposa le dice que va todos los días a misa, usted seguramente se lo creerá aunque ella venga siempre "llena de gracia".
Y si por esas cosas la descubre, entérese que es su responsabilidad. Ya lo dijo Sor Juana Inés de la Cruz mejor que yo: hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis...
# posteado por Ginger : 11:56 a. m.
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