Debió ser la desilusión lo que empezó todo. Gingero llegó con una sonrisa de oreja a oreja y me dijo: "te traje un regalo, te va a gustar, pero lo escondí para que los chicos no lo vean". No sé porqué inmediatamente pensé que sería algo sexual.
Era una bolsa de quinotos que compró camino a casa.
Aclaro que a mí los quinotos me encantan, pero no tenía relación la magnitud del anuncio con el regalo en sí mismo, y eso ya me puso de mal humor.
Siguió con una queja de su parte porque en lugar de coserle el botón de la camisa me quedé viendo el capítulo estreno de CSI Las Vegas, y se completó cuando el señor se quejó porque a los zapallitos le falta sal.
Hay parejas que se pelean en modo "silencioso". Son las que ante una ofensa por parte de alguno, el otro inmediatamente entra en estado de mutismo que le dura entre 10 minutos y una semana. Otras utilizan un lugar específico de la casa: siempre van al dormitorio o se encierran en el baño.
En mi caso, abarco el planeta completo y no amplío el espacio porque los viajes intergalácticos todavía no se inventaron. Pero no me quedo solo con eso, también cambio los métodos de pelea, para que la misma sea más divertida. Vamos, después de 22 años de casada, la única manera de seguir en ese estado es la variedad.
Dependiendo la hora del día, utilizo mensajeros. Por ejemplo, si la pelea se desarrolla cuando estamos los cuatro en casa, suelo distribuir papeles secundarios a mis hijos.
- Julia, decile a tu padre que lo llamaron por teléfono, pero yo no soy la secretaria así que no anoté quien era. (El padre de la infante está sentado a treinta centímetros mío).
- Decile a tu madre (responde el padre) que las únicas llamadas que recibo son de trabajo, y si se sigue haciendo la pelotuda vamos a terminar juntando cartón.
De más está decir que en estas situaciones ninguno de mis hijos abre la boca para pasar los mensajes. Porque no es necesario (ni mi marido ni yo estamos sordos todavía), y porque no se toman la molestia de generarse un mínimo trauma por algo así.
Si la pelea se desarrolla delante de un tercero ajeno a la familia, utilizamos el método de "Te nombro juez" y lo metemos en el berenjenal. Me han dejado de visitar amigos de toda la vida por cosas como estas.
- "¿A vos que te parece?(dirigiéndome al visitante), yo le digo a él que si sigue comiendo en dos meses es el hermano gemelo de la Tota Santillán.
- ¡Qué hablás vos, (responde la futura Tota), que tenés menos cintura que un paquete de yerba! ¿viste lo cuadrada que está? (pregunta directa al amigo/a).
El o la pobre santa que está de visita solo piensa cuanto falta para irse y como cambiar el número de teléfono para que no lo encontremos nunca más.
Esta versión tiene una variante que es la que más loca me pone, y es cuando MI marido me desmiente adelante de otros.
- ¿Te acordás que vimos esa película y nos pareció mala? (le pregunto a él en medio de una charla grupal)
- No. No la vimos nunca.
Ahí empieza la batalla campal y el resto suele huir dando por finalizada la reunión.
Tengo otros dos métodos, de los cuales el que me más me divierte es la confrontación directa, esa que implica mucha malevolencia de ambas partes:
- ¿Me planchaste la camisa blanca? (sabiendo positivamente que no, porque tiene la vista clavada en el canasto de ropa arrugada)
- No, ni pienso hacerlo hasta el viernes. Tenés todas las demás colgadas en tu placard.
- Pero yo necesito la blanca ahora. Las otras me quedan chicas porque vos insistís en comprarme ropa talle L y yo uso XL
- Y yo te tengo que comprar la ropa porque vos sos tan mamengo (aquí ya la incluyo a mi suegra, porque no puede faltar en ninguna pelea que se precie), que no sos capaz de hacerlo solo. Jodete.
Y por último está la pelea con objetos. No es demasiado habitual, pero alguna vez le tiré por la cabeza algún bien material, regalo de casamiento, que no me gustaba (siempre fuí práctica) o bien, elementos que no se rompieran, tipo zapatos o carteras (después de sacar los anteojos de leer).
Las riñas terminan pasado un rato porque me olvido que estoy peleada, y a mi marido le sucede lo mismo. Pero no podría vivir sin ellas, las discusiones maritales son al matrimonio como las aceitunas a la pizza. La verdadera tragedia sería que falten.
# posteado por Ginger : 9:16 a. m.
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