Aún hoy, después de tantos años, siento la magia. Impuesta, heredada o porque sí, en la noche de San Juan las hadas, diablos y santos estan de fiesta. No hay otro día en el calendario donde me pase: ese, justo ese, me lleno de recuerdos encantados.
En Argentina no se celebra mucho, al menos ahora. Es una tradición venida con los inmigrantes españoles, y todos aquellos que tenemos algo de sangre ibérica la conocemos.
Lo que se festeja es el nacimiento de San Juan El Bautista, pero sin embargo se trata de una celebración pagana, relacionada fundamentalmente con el fuego, cosa rara si tenemos en cuenta que el elemento del bautista era el agua.
Cada lugar recrea su propia leyenda pintoresca. En mi pueblo la higuera era imprescindible. Esa noche, escribíamos el nombre del amado y lo dejabamos debajo del árbol para quemar el papel inmediatamente después de las 12. Claro que como es invierno, nadie esperaba hasta esa hora y el rito se completaba a la mañana siguiente, razón por la que seguramente a ninguno se le cumplió el deseo de casarse con el candidato elegido, lo que en mi caso debo agradecer infinitamente a San Juan.
En las provincias del norte, puntualmente a medianoche, las personas caminaban descalzas sobre brasas ardiendo sin quemarse. Podría contar el secreto del por qué esto ocurre, pero estoy tratando de escribir un texto con aire mágico, sepan entender.
Interior me comentaba que en Iguazú prendían fogatas, jugaban al futbol con una pelota de trapo en llamas, y más tarde aparecía el "toro candil", un señor que ponía sobre su cabeza una calavera de vaca con los cuernos ardiendo y corría a las personas reunidas. Era esa noche donde los hospitales misioneros atendían mayor cantidad de quemaduras de alto grado.
Había un sinfín de pruebas a las que se sometía al santo. Una era hacer caer una gota de tinta sobre un papel, para que este escriba un mensaje que llegaría al amado. Nunca nos enteraríamos si así fue, pero lo justificabamos pensando que el candidato era demasiado tímido como para contarlo en voz alta.
En otras partes se armaba un muñeco lleno de petardos, al que se prendía fuego. Como forma de homenaje a un santo, resultaba un poco extravagante, pero si a Juan le cortaron la cabeza (y de ahí viene el famoso dicho de la yunta de bueyes) que lo hagan volar por el aire no era tan grave.
Tan maravillosa es la tradición que hasta Borges le escribió un poema (y por única vez en la vida voy a copiar poesía en esta casa, sólo porque es Jorge Luis), y Serrat compuso una de las más alegres canciones que escuché.
Y recuerden que si queremos, la magia puede ser cierta. Que así sea.
La noche de San Juan
Jorge Luis Borges
El poniente impecable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal está la noche.
Rojos chisporrotean
los remolinos de las bruscas hogueras;
leña sacrificada
que se desangra en altas llamaradas,
bandera viva y ciega travesura.
La sombra es apacible como una lejanía;
hoy las calles recuerdan
que fueron campo un día.
Toda la santa noche la soledad rezando
su rosario de estrellas desparramadas.
Gracias Barbarita.
# posteado por Ginger : 11:15 a. m.
haloscan |